Cada cierto tiempo la Amazonía se tiñe de sangre. Hace un siglo, hacia 1925, la selva brasileña se convirtió en el centro de las miradas de los arqueólogos y antropólogos europeos que asistían horrorizados a la incesante búsqueda de la desaparición de Percy Fawcett (1867-1925), un legendario explorador y arqueólogo inglés, obsesionado por encontrar, junto con su hijo, a una fabulosa ciudad perdida en el Amazonas. Las expediciones en la región han dado grandes frutos para el conocimiento de comunidades indígenas y de nuevas especies de fauna y flora, pero también han dejado amargos recuerdos, pues muchos han muerto en el intento. Eliminados no tanto por las enfermedades o los peligros representados por los animales del monte, sino por los saqueadores de la selva, que matan a los “intrusos” que osan divulgar la situación de gran ilegalidad y de destrucción de los recursos naturales y humanos que allí existen. Los madereros que deforestan para extraer madera ilegal, los mineros que explotan y destruyen el bosque, o los que incendian y talan para ampliar las fronteras agrícolas y ganaderas, o los que desarrollan actividades de narcotráfico, son los que financian a los sicarios que asesinan a los líderes medioambientales y defensores de los derechos indígenas.
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Entre 2009 y 2019 han sido asesinados más de trescientos defensores de la Amazonía. Aún no se han apagado las denuncias ni se han identificado los asesinos de Maxciel Pereira dos Santos, funcionario del FUNAI, un organismo gubernamental que vela por la preservación de los derechos indígenas, cuando en el mismo sitio, en Atalaia do Norte, en el valle de Javari, en Brasil, se produce otro asesinato que conmueve la opinión pública brasileña y europea.
El valle del Javari no es una región cualquiera. Está ubicado en el estado de Amazonas, en la parte más occidental del estado, en el norte de Brasil, cerca de la frontera con Colombia y Perú, una posición estratégica para realizar actividades ilegales relacionadas con el narcotráfico, la minería y la extracción ilegal de madera, y el tráfico de armas, y el contrabando abundante de carne del pirarucú o paiche (Arapaima gigas), el pez más grande de toda la Amazonía. Esa zona constituye, desde algunos pocos años, una frecuente ruta internacional para el tránsito de las drogas desde Colombia y Perú, especialmente desde el departamento peruano de Loreto, con destino a Brasil, donde se organiza la distribución de la droga a otros países.
En las emisiones televisivas de Brasil se oye ahora la firme voz de Bruno Pereira emitida en un video: “Bon día, meu nome é Bruno Pereira, sou servidor de FUNAI, licenciado e ex-coordenador geral des índios isolados de recente contato da orgao…”. Pero, muy a pesar nuestro, ahora esa voz fue silenciada para siempre desde hace varios días.
Esta vez se trata del periodista británico Dom Phillips, de 57 años, y del antropólogo indigenista brasileño Bruno Pereira, de 41 años, desaparecidos desde el 5 de junio de 2022, mientras realizaban un viaje a la región. Ambos eran veteranos en la zona, especialmente Pereira, que tenía más de una década trabajando allí y no podía pasar tiempo sin visitar a sus “parentes” indígenas del bosque, como él los llamaba afectuosamente. Phillips era un conocido periodista que escribía crónicas desde Brasil, donde residía desde hacía varios años. Sus colaboraciones aparecían regularmente en importantes diarios como Financial Times, The Washington Post, The New York Times y, últimamente, en The Guardian, de Londres. Phillips escribía, además, un libro sobre cómo salvaguardar al Amazonas de sus saqueadores, pero no contó con la aviesas intenciones y los instintos asesinos de quienes la destruyen.
En 2020 Bruno Pereira, funcionario del FUNAI, había dirigido la operación de desmantelamientos de numerosas barcazas con mineros ilegales, garimpeiros, que se desplazaban en el territorio navegando por el río Javari. Esa operación le costó la suspensión en el cargo, pero continuó colaborando con unas ONG en la región. Entonces, había sido amenazado de muerte. Amenazas que ahora se han cumplido.
Tras las pesquisas policiales, no usuales en la región, por la complicidad de las autoridades, un asesino a sueldo confesó haber asesinado a los dos, y llevó a los policías hasta el lugar donde había enterrado los cuerpos de sus víctimas. Una vez más los intereses de la codicia del dinero y las perversiones criminales, tiñen de rojo el “paraíso” verde del inmenso bosque amazónico.
El Dr. Rafael Cartay es un economista, historiador y escritor venezolano mejor conocido por su extenso trabajo en gastronomía, y ha recibido el Premio Nacional de Nutrición, el Premio Gourmand World Cookbook, Mejor Diccionario de Cocina y El Gran Tenedor de Oro. Inició sus investigaciones sobre la Amazonía en 2014 y vivió en Iquitos durante 2015, donde escribió La Tabla Amazónica Peruana (2016), el Diccionario de Alimentos y Cocina de la Cuenca Amazónica (2020), y el portal en línea delAmazonas.com, de del cual es cofundador y escritor principal. Los libros de Rafael Cartay se pueden encontrar en Amazon.com
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