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Entre Misión Imposible y Parque Jurásico: un viaje al Tena en la Amazonía ecuatoriana

abril 19, 2024
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Soñé que llegaba Tom Cruise a la casa y seducía a mi esposa. Yo, como un pánfilo, veía cómo se le acercaba hasta rozar su nariz y cómo ella se derretía ante la estrella de Hollywood. En un momento, cuando quise nombrarlo cordialmente para llamar su atención, le dije «Ey! Brad Pitt», luego recordé que este era el de Misión Imposible y me corregí. Nos invitó a pasear en su Jeep de última generación. Mi esposa iba adelante y yo atrás, como de adorno. Era evidente quién estaba de más allí. Cuando llegamos a la playa, el auto híbrido se adaptó perfectamente al medio marino y continuamos andando sobre las aguas sin el menor percance. El vehículo se dirigió hasta un hidroavión gigante que nos esperaba mar adentro. Subimos por una rampa y estacionamos en su enorme fuselaje. Mi esposa estaba embelesada, fascinada, quizás algo mojada. Yo me moría de celos y así desperté con la triste sensación de estar de más, de no ser suficiente, de estorbar, de querer sostener una relación insostenible; de empeñarme en emprender una misión, en fin, más que imposible.  

Entonces me decidí a hacer las maletas y partir hacia la Amazonía. Tomé un taxi hasta el terminal de autobuses de Cuenca y abordé a tiempo la unidad número 069 de Transportes Express Sucre que partió a las 9:30 am rumbo a Ambato. Me tocó el asiento número 33, al fondo, muy cerca del baño. Buen número, mala ubicación. De acuerdo a mis limitados conocimientos pseudo-empíricos de numerología, el 33 era el número del hombre; de la maduración de los objetivos; del camino duro pero acertado; de las decisiones difíciles pero necesarias. Resistí los  hediondos vapores que provenían del excusado gracias a una mascarilla anti-covid19 que mi esposa me sugirió llevar conmigo en último momento, junto con el repelente de insectos. Más de diez años de amor abnegado no habían sido en vano. Algo de amor maternal quedaba aún en ese corazonsito mallugado al que, por otra parte, no le caía nada mal un fin de semana sin tener que soportarme.   

Estos viajes en autobús son casi siempre tortuosos. Cuando compras el boleto siempre te aseguran que el autobús va directo a su destino. Pero no, nunca es directo. Los choferes se detienen en cada pueblo o incluso en el medio de la carretera a recoger a cualquiera que lo demande. No importa que no haya asientos disponibles, siempre y cuando el viajero esté dispuesto a ir de pie, sentado o acostado en el pasillo. Así, un viaje que debería durar unas 6 horas termina durando 8 o más. En los televisores pantalla plana que se despliegan del techo pasan películas taquilleras, no solo de la industria norteamericana sino también alguna de La India, de la conocida Bollywood. En estas salas de cine itinerantes no hay censura. Las escenas de violencia o sexo explícito se dejan colar sin importar que halla niños allí. Por otra parte, si puedes ver la pantalla sin marearte, si puedes obviar las manchas del LCD, o el barrido de una conexión defectuosa, y finalmente logras engancharte en alguna de estas historias, debes saber que difícilmente verás el film de principio a fin. Un bache o un reductor de velocidad pueden hacer saltar el DVD en cualquier momento. Incluso con los reproductores más actuales que cargan las películas por USB o por medio de una tarjeta SD o microSD, siempre puede haber otro tipo de interferencia. En esta oportunidad, el conductor tenía emparejado su celular por bluetooth al reproductor, de manera que cada vez que recibía una llamada se cortaba la transmisión de la película, todas las pantallas cambiaban al logo del teléfono y reproducían la voz robótica del aparato «El número al que usted ha marcado está ocupado…».

Entre una y otra cosa, logré sacarle algunas palabras a la jovencita que iba sentada a mi lado. Se llamaba Melani, tenía 17 años y vivía en Ambato, o cerca de allí. Como oí a algunas señoras hablando en kichwa, le pregunté si ella también hablaba esa lengua. Me dijo que no, que su familia sí hablaba la lengua indígena pero que en el colegio le enseñaban era el inglés. Le comenté lo que pensaba; que el kichwa debería ser una materia al menos optativa si no obligatoria en los colegios de la sierra y Amazonía ecuatoriana. Que la preservación de la lengua era fundamental para la preservación de la cultura y la identidad de un pueblo. Ella me comentó que amaba su cultura y que de hecho tenía un amiguito a quien le gustaba verla vestida con el anaco o vestimenta indígena, y que de hecho le había comprado uno de estos trajes típicos solo para verla vestida así. 

Tras unas siete horas de camino pasamos sin mayores contratiempos por Ambato, pero como el autobús seguía hasta Quito, no entró al terminal y nos dejó (a un turista argentino de San Luis y a mi) en el medio de una avenida que ahora, creo, pudo haber sido La Troncal de la Sierra E35 / E30, un tramo de la carretera panamericana. El asistente del conductor nos indicó aceleradamente que debíamos cruzar la avenida y esperar un autobús que pasaría en sentido contrario hacia Baños de Agua Santa y que, una vez en el terminal de Baños, podría tomar otro transporte hasta el Tena. El señor, muy amable, nos abrió el maletero y me pidió sacar mi valija. Yo pude haber tomado cualquiera de los bolsos que allí había, dado que la línea no cuenta con ningún sistema de identificación para el equipaje , todo se basa en la vulnerable y frágil confianza humana. Tomé mi mochila de excursionista y fui directo a cruzar la avenida junto con el argentino, con quien intercambié algunas de estas impresiones. No esperamos más de 5 minutos junto a una estación de servicio, donde pronto se agruparon otros viajantes arrastrando sus maletas rodantes y entonces apareció el esperado autobús con destino a Baños. A una hora de allí, pasando junto a un espectacular volcán activo llamado Tungurahua, está este destino turístico famoso por su Pailón del Diablo y columpios del fin del mundo, atornillados frente a vertiginosos precipicios. Pero yo tenía un destino y una persona esperándome en Tena, así que apenas llegar al terminal de Baños compré un boleto con la Cooperativa de Transporte Sangay hacia la capital de la provincia de Napo. 

boleto de transporte terrestre de baños a tena en la amazonía ecuatoriana

Blackout en el parque temático

Se hizo de noche, la carretera estaba completamente a oscuras, llovía. En el televisor pasaban Jurassic Park, una secuencia donde los personajes tratan de corregir un corte de energía que afecta a todo el complejo mientras llueve y los dinosaurios aprovechan para invadir las instalaciones del parque temático. La señora de al lado me recordó que tanta oscuridad se debía al corte programado de energía. Seis horas al día sin electricidad en todo el país, cada provincia maneja distintos horarios. Esta situación irregular es causada por una represalia del Presidente Colombiano Gustavo Petro quien decidió suspender el suministro de energía a su vecino del sur en solidaridad con su homólogo mexicano ante el allanamiento de la embajada de México en Ecuador donde se refugiaba Jorge Glass, vicepresidente de Rafael Correa, alineado con la izquierda latinoamericana.

La carretera estaba rigurosamente oscura, la lluvia fina lo mojaba todo, los precipicios se abrían como bocas hambrientas a mi derecha, las montañas iban quedando atrás y nos adentrábamos en territorio amazónico; el único y verdadero Parque Jurásico. La señora de al lado me dijo que ella iba hasta Río Verde. No le entendí mucho más, pero me transmitió la seguridad de las personas acostumbradas a vivir entre calamidades. En un momento el autobús hizo una parada y la señora desapareció entre las sombras. Se sentó entonces junto a mi un señor muy conversador. Me dijo que vivía en Puyo. Le pregunté por el clima y por los insectos. Me dijo que el clima era más frío que en Tena. «¿Frío?», pensé. A todo el que venga de la sierra le costará entender esta palabra utilizada para describir el vaporoso clima amazónico. Con respecto a los mosquitos me dijo que casi no había, añadiendo que en cambio había unos enjambres de moscas que picaban a algunas personas, me recomendó usar repelente pero no en spray sino líquido, al parecer era más efectivo. Me dijo que trabajaba en un criadero de pollos y que una vez las hijas del ingeniero fueron a visitar el lugar desde Quito, y que las moscas las atacaron y las picaron con saña, obligándolas a permanecer encerradas en el auto con los vidrios arriba.

Pasamos Puyo y cruzamos el río Napo. Finalmente, después de muchas paradas y distintos compañeros de camino llegué a Tena a las 9:15 de la noche. Tomé un taxi que me llevó directo hasta la hostería las Heliconias, a 3 minutos del terminal. El taxista me cobró 1 dolar 75 centavos y me dejó en medio de la nada. La noche estaba cerrada, no había luz, distinguí un cartel que decía Las Heliconias, llamé a mi amiga y me indicó que del otro lado de la calle, junto a un abasto, había una calle de tierra, que subiera por allí. Yo atravesé la noche en esa dirección. Ella me recibió a medio camino alumbrándose con la linterna de su teléfono celular, acompañada de un perro grande, especie de fornido rottweiler callejero, quien se me acercó batiéndome la cola. Al fondo esperaba la pequeña cabaña hundida en la oscuridad. 

Mi espléndida anfitriona, la chilena Tamara, mejor conocida en las redes por su nombre artístico, «Ika, mensajera estelar» me ofreció una cerveza, y luego yogourt con frutas. Llegó entonces la dueña de casa, quien le arrienda la acogedora cabaña y vive en otra casita contigua. Se llama Nelly, y es dirigente indígena kichwa. Nos contó un poco sobre sus vicisitudes como lidereza indígena. Llegaba de una reunión de mujeres indígenas y mestizas organizada por la Fundación Aldea que ha logrado consolidar un programa de Casas de Acogida para mujeres maltratadas. Les ofrecen protección, abogados, y les enseñan un oficio con el cual independizarse económicamente. Hablamos hasta media noche. Me mostraron, mi habitación, el baño y nos despedimos. Cuando me acosté en la cama comenzó a llover. Llovió toda la noche. No sé si dormí algo, pero el estruendo de la lluvia sobre el techo de zink fue un prolongado masaje auditivo excelente para contrarrestar el omnipresente tinitus.

A la mañana siguiente mi anfitriona me ofreció un delicioso desayuno en la terraza, frente a la selva.

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