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Hay un gran trecho del dicho al hecho en la Amazonía

mayo 19, 2023
lula y bolsonaro

La llegada de Luiz Inácio Lula da Silva a la presidencia de Brasil representó un golpe de optimismo para los defensores de la cuenca amazónica brasileña, la principal protagonista de la suerte de la cuenca por cubrir, por sí sola,  la mayor parte de su vasta extensión. 

En su campaña electoral, el candidato presidencial  Lula había prometido tratar de alcanzar tres importantes objetivos. El primero,  reposicionar al gigantesco Brasil en el escenario geopolítico mundial, después de la desastrosa política exterior desarrollada por Bolsonaro. El segundo,  rescatar los programas sociales del país  para combatir el crecimiento de la pobreza en Brasil, tras la poca atención asistencialista que les había concedido el gobierno de Bolsonaro. El tercero, retomar la defensa de la Amazonía, que acusaba una tasa elevada y creciente de deforestación y de ocupación por los intereses de la agroindustria. Lula se proponía rescatar de la indefensión  a la que se había relegado a las comunidades indígenas amazónicas, sobre todo en relación con los decretos de traspaso de los territorios a sus pobladores indígenas originales,  promoviendo su autonomía de acción, y otorgándoles cierta seguridad jurídica de posesión. 

Tras los primeros meses de gestión, los brasileños cayeron en la cuenta de que Lula había ganado la presidencia del poder ejecutivo, y ahora se enfrentaba a la oposición de los que controlaban los demás poderes del Estado: el Congreso nacional y el sistema judicial. Los analistas políticos, como Eliane Brum (El País, Madrid, 17.05.2023), sostienen que el presidente Lula es  ahora rehén de los designios de  un Congreso, de mayoría bolsonarista, que se le opone abiertamente y que va a intentar obstaculizar la aplicación de su programa de gobierno.  Se comenta que el actual  Congreso, conocido como la “bancada ruralista”, está, en realidad,  controlado por los intereses de las empresas  vinculada a la agroindustria, fuertemente implicados en la explotación económica de la Amazonía.  Ese Congreso se ha alineado con comportamientos de tendencia depredadora de los recursos naturales amazónicos, negacionista del cambio climático y retrógados en sus enfoques de política económica asistencial y de despreocupación por los problemas medioambientales. 

Los analistas dicen que la suerte está echada. A menos que el veterano Lula, en su tercera gestión presidencial,  sepa hilar fino en la densa trama del poder y busque contrapesos políticos para reducir a sus adversarios.  Lo  que intentará hacer, con toda seguridad. Una pieza clave en esa  estrategia es el actual vicepresidente Gerardo Ackmin, uno de los más fuertes  rivales políticos de Lula en el pasado, quien, además, fue nombrado Ministro de Industria y Comercio. 

Hay buenos signos para albergar optimismo.  Pero no será, sin embargo,  una gestión fácil. Para muestra basta un botón. El 19 de abril de cada año se conmemora en Brasil el día de los Pueblos Indígenas. Este 19 de abril, aparte de  la tímida declaratoria de algunos decretos gubernamentales a favor de los  derechos indígenas, el presidente Lula rindió homenaje a la memoria del indígena palatzo Galdino Jesús dos Santos, que había sido quemado, en una madrugada de abril de 1997, por unos jóvenes que le arrojaron combustible, mientras dormía en una parada de bus, y luego le prendieron fuego.  Uno de esos jóvenes era, decía la prensa, Tomás Oliveira de Almeida. Veintiséis años después, en abril de 2023, en el mismo mes en que se celebraba el día de los pueblos indígenas, Oliveira de Almeida  fue nombrado Coordinador General de la Secretaría de Comisiones del Senado de Brasil.  

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