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La CAF y la cuenca amazónica dentro de la perspectiva del  desarrollo sostenible

mayo 30, 2023

Título original: La CAF y el compromiso ético institucional de contribuir a la salvaguarda de la cuenca amazónica dentro de la perspectiva del desarrollo sostenible.

CAF

Se habla en todo el mundo sobre desarrollo sostenible, un tema que alimenta los discursos tanto de políticos como de funcionarios públicos y ambientalistas agrupados en ONG. En buena parte de esos discursos aparece la cuestión  amazónica. La justificación de esa atención masiva sobre el tema y el lugar  es muy simple: El equilibrio climático  y la defensa de la  biodiversidad de los seres vivos, y su relación con los elementos abióticos,  están ligados de manera indisoluble  con el objetivo primordial de garantizar la vida en la biosfera.   La salvaguardia del planeta pasa por  alcanzar  los objetivos del desarrollo sostenible para garantizar la vida misma de la naturaleza y de la gente. Y la cuenca constituye uno de los principales escenarios donde se dirime la cuestión ambientalista del planeta. 

La cuenca amazónica es un  ecosistema con una extensión que oscila, de acuerdo con los criterios de demarcación, entre 6.200.000 y 7. 414.000 km2. Una vasta extensión que representa cerca del 5 por  ciento del área continental del mundo,  y  de aproximadamente un  40 por ciento del territorio de América del Sur. Allí se integran ocho países soberanos (Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guayana, Perú, Surinam y Venezuela) y una provincia francesa de ultramar, Guyana.  

La cuenca amazónica no es solo una vasta superficie, sino que es la selva tropical más grande del mundo, que representa más de la mitad de los bosques tropicales del planeta. Un inmenso bosque que genera cerca un 10 por ciento de todo el oxígeno de la Tierra, y que funciona como un descomunal sumidero de los gases de efecto invernadero (GEI), responsables en gran parte del cambio climático. Y pieza clave en el justo balance de oxígeno y  carbono, dos elementos claves para la buena gestión del clima. Aunque cada vez se advierte un decreciente desbalance en esa relación O-C, reduciendo la capacidad de la cuenca para secuestrar y almacenar carbono, y mitigar los efectos negativos del cambio climático. 

La cuenca amazónica no es solo una vasta superficie boscosa tropical que regula el ciclo del carbono en el planeta, sino  también es un inmenso reservorio de agua dulce en la Tierra, al contener entre el 15 y el 20 por ciento del agua dulce del planeta. Solo el río Amazonas, el eje fluvial de la cuenca y el río más largo y caudaloso del mundo, moviliza un promedio de 230.000 m3 de agua por segundo, cerca de un 20 por ciento del agua dulce de la superficie terrestre.

En ese escenario prodigioso hay una rica diversidad biológica, responsable de una cuarta parte de los grupos biológicos animales, con unas 60.000 especies,  y vegetales, con al menos unas 40.000 especies de plantas. En la cuenca amazónica habitan cerca del 10 por ciento de todas las especies de vida silvestre del planeta. Son tantas que, según el WWF, se descubre una nueva especie cada tres días. 

En ese escenario habitan más de 45 millones de personas representantes de una rica diversidad cultural, que se comunican en más de 86 lenguas y 650 dialectos.  

Me ha costado mucho escribir esta parte, luchando contra la “exageración” del fenómeno  natural, e incurrir en los riesgos lingüísticos de la cacofonía al hablar de la importancia de la cuenca amazónica, utilizando repetidas veces los mismos términos de planeta, Tierra, mundo, tantas veces que casi linda en una fantasiosa imaginación de un escritor hiperbólico.  

La cuenca amazónica es, por  tantas virtudes, un destino que merece ser protegido, salvaguardado, en especial por las empresas públicas y privadas.  Algunas lo hacen de buen grado, al sentir el llamado de la ética institucional. A otras hay que estar recordándoles constantemente el compromiso ético que asumen con el contexto en el que actúan. 

Entre las primeras está la CAF, fundada el 7 de febrero de 1968, como la Corporación Andina de Fomento, que luego pasó a ser el Banco de Desarrollo de América Latina, movilizada al principio por cinco países, que formaban la Corporación Andina de Naciones (CAN, integrada por Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela). Ahora la CAF cuenta con veinte miembros: dieciocho países de América Latina y el Caribe, más dos socios extra regionales: España y Portugal, y la participación de trece bancos privados ubicados en la región.

La CAF funciona como un instituto financiero multilateral que promueve el desarrollo sostenible de sus países accionistas, financiando operaciones para complementar la capacitación de personas que lleven a cabo programas innovadores que contribuyan al desarrollo regional. En el cumplimiento de su papel, organizan, además  programas de capacitación (como el programa de de liderazgo para la transformación 2.0),  coordina diplomados (como sobre gobernabilidad  e innovación pública, o de inclusión financiera), organiza debates de interés público (como sobre la  primera infancia, la seguridad ciudadana y la educación), y financia la realización de informes regionales como Latin American Economic Outlook, que en 2023 se dedicó al análisis de la transición hacia una economía verde, sostenible y más amigable con el medio ambiente: “Towards a green and just transition”. 

La CAF ha entendido con claridad que uno de los grandes problemas que hay que enfrentar en América del Sur es la salvaguarda de la cuenca amazónica, por su importancia crucial en la regulación del clima y dl ciclo del agua y en la contribución de la gran masa boscosa de la cuenca en la regulación del ciclo del carbono  y el ciclo de la energía. La CAF ha tomado decidido partido por promover el manejo multilateral del fuego en la Amazonía, consciente de que las creciente tasas de crecimiento de los puntos de fuego en la región amazónica ponen en  peligro esos equilibrios básicos del planeta.

Los incendios forestales son una práctica corriente en la Amazonía para ampliar la frontera agrícola y crear las condiciones para expandir las áreas dedicadas a la ganadería. Incendio forestal y deforestación son dos caras de la misma moneda que están poniendo en grave peligro la integridad ambiental de la cuenca. El bosque destruido por la quema deja de cumplir su función reguladora del clima y del ciclo del agua, y de producir oxígeno y secuestrar carbono. Los informes de expertos señalan que el incendio forestal destruye un trabajo que la naturaleza ha cumplido durante muchos años, y que el incendio libera carbono el carbono almacenado en el bosque a razón de 180 a 300 TM /ha, con sus consecuencias sobre el suelo, el agua y las condiciones de sobrevivencia de las comunidades indígenas y de colonos. El mal uso de los recursos naturales por las malas prácticas es un discurso contrario al  de las instituciones que cumplen éticamente su compromisos de conservación del medio ambiente. 

La CAF ha advertido sobre esta calamitosa situación y participa  activamente liderando sistemas de prevención, control y reducción d los incendios forestales. En esta línea de acción, la CAF ha liderado varios programas, como  “Amazonía sin fuego”, en Bolivia, en 2010-2015, y en Ecuador, en 2014-2019; en el Proyecto regional de fortalecimiento de capacidades para la gestión integrada del fuego, “Amazonía sin fuego regional”, un programa de manejo integral del fuego aplicado en Brasil, Ecuador y Bolivia, y un proyecto en alianza con  el Fondo para el Medio Ambiente (GEF), aplicado en Bolivia  para aumentar los ecosistemas ambientales y el ordenamiento territorial con gestión del bosque. Los escritos aparecidos en el blog “Visiones”, con la autoría de René Gómez García, funcionario de la CAF,  reflejan la preocupación central de la institución,  por promover la infraestructura verde y preservar la riqueza natural de la Amazonía con el propósito de fomentar el desarrollo sostenible regional.   

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