Saltar al contenido

La marca de la Amazonía

abril 5, 2020

Serie de artículos sobre tres personajes históricos marcados por la Amazonía: Cándido Rondón, Teodoro Roosevelt y Claude Lévi-Strauss

la marca de la amazonia portada

En plena selva amazónica, los indígenas que la habitan marcan sus dardos de caza, sus cerbatanas, para que la flecha que lanzan se rompa cuando penetre en el cuerpo de su presa,  y el veneno que impregna su punta haga un mayor efecto.

Esa es la magia que tiene la Amazonía, que marca la vida de las personas que incursionan en su territorio.

Los marca, para que el encanto de la comunión entre el hombre y la naturaleza que allí  se siente, se respira, no los abandone jamás.

Y la Amazonía se va con ellos, iluminando su senda, como un recuerdo indeleble, que es casi imposible que pueda ser borrado de sus vidas.

Índice

3 personajes históricos «marcados por la Amazonía»

A lo largo de esta breve serie de “Marcados por la Amazonía” (integrada por textos sobre Theodore Roosevelt, Cándido Rondón y Claude Lévi-Strauss), dejé, como los jaguares,  que marcan su territorio rasgando con sus garras los troncos de algunos árboles en la senda que siempre han de volver a pisar, algunas palabras claves para conectar los tres personajes.

Ahora las retomaré, tratando de relacionarlas. De ellas, hay dos elementos conectores principales . Una es la etnia indígena de  nambikwara. La otra es el estado brasileño de Mato Grosso, que fue el escenario donde actuaron los tres personajes reseñados.

Los Nambikwara

De los nambikwara  poco se sabía hasta el siglo XVIII. La primera vez  que fueron contactados ocurrió en 1770.

Arriba a la izquierda: hombre con tocado de guerra. Arriba, derecha: tocando la flauta nasal. Centro, izquierda: niña. Centro, derecha: retrato del hombre. Abajo, izquierda: Panpipes. Abajo a la derecha: joven casada. (Cortesía de Claude Lévi-Strauss, excepto centro, izquierda, por cortesía del Museo Americano de Historia Natural).

Se sabía de ellos que eran una tribu muy agresiva, pero no conocían  mayores detalles sobre ella, porque nadie se atrevía a internarse en su territorio, que se extendía entre los ríos Guaporé y Juruena, en el estado de Mato Grosso.

Allí estaba la nación nambikwara, formando muchas bandas o aldeas, que tenían sus propias denominaciones.  

Hasta el siglo XVIII muy pocos exploradores paulistas se atrevían a aventurarse apenas más allá de Cuiabá, ahora capital del estado de Mato Grosso.

Desalentados por la desolación de la comarca y la agresividad de los indígenas.

1. Cándido Rondón: el pacificador de la Amazonía

Pero desde finales del siglo XIX, hacia 1890, comenzó la construcción de  la primera línea telegráfica a través del estado, actividad en la que se inició Cándido Rondón como empleado.

Candido Mariano da Silva Rondon, General
Cândido Mariano da Silva Rondón, General
Fuente: Brazilian National Archives / Public domain

También lo hizo en la construcción de una carretera entre Rio de Janeiro y Cuiabá. Desde 1907 era frecuente encontrar al coronel Rondón en esos territorios, explorando y levantando líneas.

En esos viajes, particularmente en la expedición de 1909, Rondón llegó hasta el río Juruena, afluente del río Tapajós, entrando en contacto con los nambikwara.

En esa expedición, Rondón y su grupo descubrieron un gran río, entre los ríos Juruena y Paraná,  al que llamaron río de la Dúvida (río de la Duda).

2. Theodore Roosevelt: un león suelto en el Amazonas

En enero de 1914 Rondón fue comisionado por el gobierno brasileño para acompañar al expresidente Theodore Roosevelt, aficionado a los safaris, en lo que se llamó la Comisión Roosevelt-Rondón. Rondón propuso explorar el área del río de la Duda, con el fin de cartografiarlo y navegar su curso.

CORONEL THEODORE ROOSEVELT CON EL CORONEL RONDON
Fotografía de Kermit Roosevelt, reproducida por cortesía de Scribner’s Magazine. CORONEL THEODORE ROOSEVELT CON EL CORONEL RONDON El coronel Roosevelt acaba de regresar de una expedición a Sudamérica. Dará su primer informe de los resultados zoológicos de esta expedición ante los miembros del Museo Americano en noviembre. El coronel Rondón del ejército brasileño, que ha explorado el oeste de Brasil durante veinticuatro años como pionero en el camino de los ferrocarriles y las líneas de telégrafo, se unió al coronel Roosevelt en Cáceres en el Paraguay y ‘prestó a la expedición servicios invaluables 171

Esa era la zona de los nambikwara. Dos décadas después, en 1936, a la misma zona llegó Lévi-Strauss para hacer sus primeras investigaciones etnográficas, precisamente con la tribu nambikwara, que se había pacificado.

Ya Rondón los había contactado, como mencionamos,  cuando estaba realizando los trabajos del tendido de la línea telegráfica en la región. Es decir, en ese punto geográfico y con miembros de las misma tribu, nuestros tres personajes convergieron.

A dos de esos personajes, a Roosevelt y a Lévi-Strauss, les asombraron los jacarés o yacarés, los caimanes negros, y las piranhas, pirañas. Y actuaron casi igual, como si estuvieran en un safari. 

3. Claude Levi-Strauss y sus Tristes Trópicos

Al igual que Roosevelt, Lévi-Strauss disfrutaba matando yacarés, esos “cocodrilos inofensivos que uno se cansa de matar con la carabina de un balazo en el ojo”.

claude levi strauss
El Príncipe Bernhard presenta el Premio Erasmus al Prof. Claude Levi Strauss en el Tropenmuseum de Amsterdam; de pie a la derecha el profesor Claude Levi Strauss, sentada la reina Juliana

Y también resultó fascinado con la pesca de las pirañas:

“La pesca de pirañas es más movida. En cualquier parte sobre el río, se suele ver un gran saladeiro, con aspecto de horca, entre las osamentas que cubren el suelo, hay barreras paralelas que soportan colgajos violáceos  sobre los cuales se arremolina el vuelo oscuro de las aves de rapiña.

Durante cientos de metros la sangre del matadero tiñe el río de rojo. Basta con tirar una línea para que, sin siquiera esperar la inmersión del anzuelo desnudo, varias pirañas se prendan ebrias de sangre, y una de ellas deje colgando su rombo de oro. El pescador debe ser prudente para desprender la presa, pues una dentellada puede tomar el dedo”

Claude Levi-Strauss (Tristes Trópicos, 218). 

Lévi-Strauss menciona al coronel Rondón  en varias partes de su libro. Señala que fue quien hace las primeras menciones sobre los nambikwara (TT, 273). E incluso se refiere al viaje de Rondón con Roosevelt (TT, 273). Le dedica una parte a comentar la obra de la instalación y expansión de la radiotelegrafía en el Amazonas, señalando que ese gran esfuerzo quedó opacado por la apertura de carreteras y, sobre todo, por la crisis económica que vivió la región. Se abandonaron las líneas, se  cerraron las estaciones.

Los nambikwara asaltaron varias estaciones telegráficas, y también asesinaron en 1933 a los integrantes de una misión protestante establecida cerca de su territorio.  

Deconstruyendo el mito de la inocencia de los pueblos indígenas

Jacques Derrida (1930-2004) es el creador de la deconstrucción, que se puso de moda en Francia desde la década de 1970.

Según Derrida, las palabras significan más de lo que significan. En uno de sus libros,  De la gramatología, analizó el pensamiento estructuralista.

Dijo que el estructuralismo depende de estructuras, y éstas de centros, señalando que la naturaleza del centro es la inestabilidad. Para Derrida, y en general para el posestructuralismo, todo conocimiento es textual, es decir, está compuesto por conceptos y palabras.

Y las palabras pueden ser  ambiguas, o sugerir varios significados distintos. Para Derrida todo el pensamiento occidental se basa en la idea del centro, un origen.

El problema es que el centro excluye, e ignora, reprime o margina a los otros, que se convierten en lo Otro. En esa relación hay dos elementos organizados en oposición binaria: uno es el centro, y el otro está al margen,  es marginal. Pero…

¿Qué tiene que ver todo esto con nuestras historias?

Derrida se propuso deconstruir un texto. Para esa tarea tomó un capítulo, “La lección de escritura”, inserto en Tristes Trópicos, de Lévi-Strauss, y desarrolló su análisis en su libro “De la Gramatología” (Buenos Aires: Siglo XXI , 2000, 133 ss.).   

Lévi-Strauss estudió la tribu nabimkwara, considerándolo una muestra de la naturalidad primitiva.

Admiraba a los nabimkwara por que estaban muy cerca de la naturaleza, por practicar una sexualidad comunal franca  y por acceder al conocimiento a través del mito.

Image from page 553 of "Bulletin" (1901)

Lévi-Strauss cuenta que los nabimkwara no saben escribir ni dibujar. Les regaló a los indígenas cuadernos de notas y lápices para ver qué hacían. Pero no sabían qué hacer.

El jefe de la tribu vio cómo Lévi-Strauss  tomaba notas, y se le acercó atentamente como si entendiera la escritura. Le decía cosas a Lévi-Strauss que éste no comprendía. Entonces, el etnólogo se dio cuenta que el jefe no sabía cómo escribir, pero sí había comprendido la utilidad de la escritura, que era la de reforzar su poder, para luego beneficiarse de la distribución inequitativa de los bienes entre los miembros de su tribu.

El jefe tenía poder porque sabía escribir, ante los ojos de su tribu, aunque en realidad no supiera.  Ese poder le permitía obtener todo lo que deseara. Entre esas cosas, poseer a tres bellas jóvenes como esposas, lo que no tenía el resto de los miembros de la tribu.  

Derrida dice que en ese texto Lévi-Strauss se deconstruye a sí mismo, contradiciéndose  en sus juicios sobre la tribu, que imaginaba natural, virginal, sin corromperse, lo que creía propio de la civilización occidental,  pero no de las sociedades indígenas originarias.

Según Derrida, las sociedades indígenas, entre ellas los nambikwara, siempre están inmersos  en un sistema de diferencias, de desigualdades en cuanto al poder y de la distribución de los bienes. Estas desigualdades están codificadas o conservadas por medio de tabúes, mitos, costumbres, que son, en la práctica, una forma de signo, de “escritura” sin alfabeto.

En palabras de Derrida, la idea de Lévi-Strauss de que dicha tribu es inocente y pura, sin escritura y ajena a la influencia corruptora de la civilización, es pura fantasía de Lévi-Strauss.   

Siguiendo a Derrida, el jefe comprendió la “tecnología de la subordinación”, valiéndose de ese juego introducido por Lévi-Strauss. Con su fingimiento de saber escribir, el jefe pervirtió la “supuesta naturaleza inocente” de la sociedad nabimkwara.

Con la “escritura” traída de afuera por Lévi-Strauss, se coló un elemento externo para explotar a sus dirigidos: el jefe sigue distribuyendo desigualmente los bienes en su tribu valido de su poder, que ahora es acrecentado por la “escritura”.

La escritura  se convierte en un “complemento” invisible de la dominación del jefe. Lévi-Strauss incurre, según Derrida, en la idea del fonocentrismo, lo que es usual en el saber occidental.

Se degrada la escritura por debajo del lenguaje oral, natural en la sociedad indígena. Derrida propone, en su proceso de deconstrucción, invertir el centro (lo oral) por lo otro (la escritura), convirtiendo a la escritura de un medio complementario a un medio principal.

Al desarrollarse la etnografía, que permite el estudio de las  culturas considerándolas todas como iguales, la cultura europea, etnocentrista, pierde su centro, se disloca, y reconoce que carece de la existencia de un centro de referencia que le permita comparar las distintas culturas.

Eso fue lo que propició el trabajo etnográfico de Lévi-Strauss. Propuso una perspectiva “descentrada”, pero, según Derrida, cae en su propia trampa al emplear oposiciones de términos, como la oposición naturaleza/cultura, o crudo/ cocido por ejemplo.

Para Derrida, todas las culturas forman parte de una gran estructura sin centro, formada por relaciones cambiantes. Es decir, una cultura a la que siempre le falta algo, un complemento, porque carece de centro.     

This post is also available in: English (Inglés)

Settings