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El origen de la sexualidad según los Chacobo

diciembre 3, 2024
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En un trabajo de investigación titulado “Relaciones sexuales, interétnicas y de género en un mito Chacobo” la antropóloga argentina Lorena Isabel Córdoba (CONICET) analiza el origen de la sexualidad según este pueblo de la amazonía boliviana. 

Índice

El mito del sexo entre el hombre y la totuma, o mito del mono shinó

En el tiempo de los antiguos (honi siri), el pueblo Cayuvava, ancestros de los indígenas Chacobo, no mantenían relaciones sexuales con las mujeres. En su lugar, copulaban con totumas o calabazas, las cuales actuaban como recipientes mágicos en los que se gestaban los niños. Los hijos nacidos de estas calabazas crecían con rapidez. En cuestión de dos meses la totuma se caía, se rompía y nacían diez o quince nuevos Cayuvava. Así, la comunidad aumentaba su población muy rápidamente. Pero estos niños nacidos de la totuma, aunque numerosos,  se convertían en adultos y morían de una manera muy acelerada. Su promedio de vida era apenas de unos diez años. Aunque este modo de procreación era simple y rápido, sin implicar dolor ni sufrimiento para la mujer, el mismo carecía de la complejidad física, emocional y temporal que define a la sexualidad humana tal como la conocemos.

Un día, un hombre que estaba teniendo sexo con una calabaza detrás de un arbol, se encontró con un mono shinó o mono capuchino. Este le preguntó qué hacía con aquella calabaza. Al escuchar la explicación del hombre, el mono decidió mostrarle una nueva forma de concebir la vida. Delante del hombre, el mono tuvo relaciones sexuales con su compañera, demostrando cómo los cuerpos podían unirse de una manera fascinante. Impresionado con la revelación del mono, el hombre regresó a su hogar y quiso replicar con su esposa lo que había aprendido.

Sin embargo, la mujer inicialmente rechazó el acto. Decía que el olor era desagradable y que el proceso era doloroso. A pesar de sus reparos, accedió eventualmente, y con ello marcó el inicio de un cambio irreversible en la manera de procrear.

El impacto de esta transición fue inmediato y profundo. Los hijos del hombre, nacidos de las totumas, al percatarse de lo que ocurría, se sintieron confundidos y ofendidos. Aquellos nacidos de las totumas huyeron, formando otras comunidades Cayuvava y adoptando nuevas lenguas y costumbres. Su padre quiso buscarlos, para convencerlos de regresar, pero ellos estaban muy molestos y abandonaron la aldea para siempre. Por otro lado, los hijos no nacidos de las calabazas, que aún estaban en gestación, se secaron y perecieron, simbolizando el final de una era.

A partir de entonces, los hijos nacidos de la unión entre hombre y mujer llegaron al mundo de manera más lenta y gradual, y comenzaron a llamarse a sí mismos Chacobos. Sólo nacía un hijo al año. Este cambio trajo consigo la experiencia de una gestación prolongada, el dolor del parto y una infancia extendida. Las etapas de la vida humana —gestación, crecimiento, maduración y muerte— se volvieron más complejas, reflejando un ciclo vital que exigía paciencia y cuidado.

Este mito no sólo explica el origen de la sexualidad humana y la transformación del ciclo vital, sino también plantea cuestiones sobre las relaciones de género y la interdependencia entre los seres humanos. En su relato, el hombre inicialmente parecía autosuficiente, capaz de engendrar vida sin la intervención de una mujer. Pero la introducción de la sexualidad transformó esta dinámica, subrayando la importancia de la colaboración entre ambos géneros para la procreación y el cuidado de la descendencia.

En última instancia, el mito del shinó enseña que la humanidad no es un estado inmutable, sino un proceso en constante construcción. Los chacobo, al igual que otros pueblos amazónicos, perciben la condición humana como algo que debe ganarse y cuidarse, recordando que no es posible entender al “yo” sin reconocer la existencia del “otro”.

El mito del sexo entre el hombre y la perica (yukama)

Entre los chacobo, la narrativa del origen de la sexualidad humana no se limita al mito del shinó y las calabazas. En su investigación, Lorena Córdoba explica que este relato forma parte de un ciclo más amplio de historias que exploran las transgresiones sexuales y su eventual corrección hacia formas culturalmente aceptadas. Un ejemplo significativo de esta serie es el mito de un hombre que se alejó de las normas establecidas al mantener una relación amorosa con una perica (yukáma), rompiendo con los lazos conyugales que tenía con su esposa.

En el tiempo de los antiguos, dice el mito, un hombre casado evitaba tener relaciones con su mujer. En su lugar, buscó consuelo en una perica, un ave que, según el mito, podía interactuar de forma íntima con los humanos. Esta relación no solo transgredía las normas sociales, sino que también mostraba la desconexión del hombre con la idea de procreación dentro del marco matrimonial. La perica quedó embarazada, y el hombre, encantado con su amante, le entregó los adornos y ornamentos que pertenecían a su esposa, un acto que simbolizaba su preferencia por la relación desviada.

La suegra del hombre, sospechando del comportamiento inusual de su yerno, decidió descubrir la verdad. Un día, mientras el hombre salía a cazar, sus cuñados lo siguieron en secreto. En lo profundo de la selva, presenciaron con asombro y repulsión el coito entre el hombre y la perica. Furiosos por lo que consideraban una grave ofensa, mataron al ave a flechazos y recuperaron los adornos que pertenecían a su hermana, devolviéndole así su dignidad.

El hombre, devastado por la muerte de su amante, enterró a la perica y se sumió en un profundo lamento que lo llevó a perder la voz. Vagó por el monte durante mucho tiempo, buscando consuelo en otra yukáma, pero nunca encontró lo que buscaba. Finalmente, resignado y sin más opciones, accedió a retomar las relaciones con su esposa, regresando así al camino culturalmente aceptado.

Interpretación del mito

De acuerdo con la autora de este trabajo de investigación, este relato, al igual que el de las totumas o calabazas, aborda el proceso de transición de una sexualidad «anómala» hacia una normatividad definida por las relaciones conyugales humanas. En este caso, el hombre es apartado de su desviación no por una enseñanza externa, como en el mito del mono, sino por la acción directa de sus parientes masculinos, quienes intervienen para restablecer el orden social.

El mito refleja también las tensiones entre las normas culturales y los impulsos individuales. La relación del hombre con la perica simboliza un deseo de escapar de las limitaciones del matrimonio y de las responsabilidades humanas, mientras que su retorno a la relación con su esposa marca una aceptación de las normas sociales necesarias para la reproducción y la continuidad del grupo.

Además, la historia destaca el papel de los afines masculinos (cuñados y suegros) como guardianes del orden cultural. Ellos son los encargados de corregir las desviaciones, enfatizando la importancia de la comunidad y las relaciones familiares en la construcción de una sexualidad «correcta». En contraste, la mujer, aunque víctima de la infidelidad y el abandono simbólico, ocupa un rol pasivo en la resolución del conflicto, reflejando las dinámicas de género en la mitología chacobo.

En conjunto, tanto este mito como el del shinó subrayan un principio común en la mitología chacobo: el estado de humanidad, incluyendo la sexualidad y las relaciones de género, no es algo dado, sino algo que debe ser construido, aprendido y mantenido a través de normas culturales. Las transgresiones son inevitables, pero también son necesarias para reafirmar los valores que sostienen la sociedad.

Referencias:

Cordoba, L. I. (2005). Relaciones sexuales, interétnicas y de género en un mito chacobo (Amazonía boliviana). Bolivian studies, 12, 67-78.

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