La fiesta de la cosecha es un resumen de estos cinco últimos años en que he estado examinando acuciosamente la literatura socioantropológica y de etnobotánica y etnozoología relacionada con los países de la cuenca amazónica, he aprendido a amar la obra de dos grandes estudiosos, ambos ya fallecidos, con los cuales he contraído una inmensa deuda intelectual en mis modestos conocimientos sobre la Amazonía.
Uno es el educador, escritor y ecologista peruano Antonio Brack Egg (1940-2014).
El otro es el etnobotánico colombiano Víctor Manuel Patiño (1912-2001), quien no deja de asombrarme por la profundidad de su obra y la perseverancia admirable de su largo esfuerzo.
V. M. Patiño, en su último libro, Historia y dispersión de los frutales nativos del neotrópico (Cali: CIAT, 2000), publicado a sus 89 años, señala que la época en que los árboles frutales silvestres fructifican, iniciando el período de recolección, pasa desapercibido para mucha gente, pero no para los recolectores que dependen de esos frutos para su supervivencia: su alimentación y economía.
En la Amazonía los indígenas de las comunidades nativas se movilizan, en cada época de cosecha, atraídos por la abundancia, y agradecen la plétora de frutos con una fiesta.
Fiestas de cosecha alrededor del mundo
Sucede no solo en la Amazonía, sino también en las zonas rurales de casi todo el planeta.
Es la fiesta de la cosecha de la tuna (Opuntia ficus) en Norteamérica, en pleno otoño.
O el baile de la cosecha del algarrobo (Prosopis alba, P. nigra) en el Chaco, una región entre Bolivia, Paraguay y Argentina, en que se baila al ritmo del tambor pin pin y se toma aloja o chicha de algarrobo.
O la fiesta de la vendimia en La Rioja Alavesa, en Logroño, entre octubre y noviembre, en que los racimos de uva (Vitis vinífera) son pisados por hombres descalzos en tinas, tal como lo exige la tradición.
O la fiesta del Inti Raymi en la Sierra andina, cuando los productores agradecen a la Paccha Mama la cosecha de sus productos y el término de un ciclo agrícola andino, en junio, durante el solsticio de verano.
O las visitas al comienzo de la primavera, aún con el paisaje nevado de Quebec, Canadá, a las “cabanes á sucre” para recoger la miel d´érable, o jarabe de arce (Acer saccharum).
Son todas ellas fiestas de celebración de gracias por la fertilidad de la tierra y la abundante cosecha. Su origen se remonta a las tesmoforias en la antigua Grecia, que eran fiestas religiosas dedicadas a Deméter, la diosa de la cosecha y de la fertilidad, y a su hija Perséfone, para agradecer a la divinidad la buena cosecha. El dramaturgo griego Aristófanes escribió una obra Las Tesmoforias, dedicada a Deméter, representada en el año 411 a.C.
La cosecha de frutos silvestres en la Amazonía
En los tiempos de cosecha, los indígenas amazónicos abandonaban por un tiempo las reducciones o pueblos de indios donde estaban concentrados, y se iban de romería para recoger los frutos y celebrar la abundancia.
Los misioneros se quejaban de su imposibilidad por retenerlos en el trabajo misional, lo que suponía para ellos un gran contratiempo. Esas romerías recurrentes y estacionales eran llamadas “mitas”, en quechua, término que significa turnos.
Patiño (2000) menciona que el padre Lucas de La Cueva escribió, en Jébero, el 9 de octubre de 1643, sobre la dificultad que tenía ante la mita de las tortugas que los indígenas tomaban por su cuenta, y que era como “oponerse a las más furiosas corrientes…”.
El padre Lucas se refería a la época de desove de las tortugas charapa arrau (Podocnemis expansa) o taricayas o terecayas (P. unifilis), que anidan colectivamente de marzo a abril, y los indígenas se trasladaban a las playas de ciertos ríos para apoderarse de sus huevos en el verano, en la época de la bajada de las aguas amazónicos (Castro-Casal et al 2013).
Si no era para recoger tortugas, era para recoger drupas de aguaje, morete o moriche (Mauritia flexuosa), o de pijuayo, chonta o chontaduro (Bactris gasipaes). Pero siempre había un motivo para la romería. Era la fiesta de la cosecha, cuando se alegraba la selva y se animaba el alma.
Las fiestas más destacadas de la Amazonía son las de las cosechas de palmeras, en especial de Bactris gasipaes o Mauritia flexuosa, que tienen numerosos usos y son fundamentales en el día a día de las comunidades nativas indígenas.
Las épocas de cosechas de los principales frutos amazónicos de recolección se convirtieron en hitos del calendario anual, como ocurría también con la cosecha de la castaña o nuez de Pará (Bertholletia excelsa).
La importancia de las fiestas de cosecha, escribe Patiño (2000: 30), es que están asociadas con los regímenes alimentarios.
Las fiestas se asociaban también al consumo de bebidas derivadas de productos ricos en carbohidratos, y maduros, que fermentaban gracias a los azúcares que contenían, como sucedía con la chicha o masato de yuca, maíz, camote o batata, o de drupas de palmeras que abundaban formando grandes concentraciones o “manchales”.
Plantas que casi siempre eran el resultado de largos procesos de domesticación y selección de los indígenas para conseguir cultivares a su conveniencia.
Fiestas de la Amazonía ecuatoriana
Con el transcurso del tiempo, y a consecuencia de los procesos de mercantilización, las comunidades nativas comenzaron a establecer las ferias o festivales de productos vegetales de recolección para atraer a los visitantes nacionales y extranjeros, y dinamizar sus deprimidas economías.
Fiesta de la chonta
En la Amazonía ecuatoriana, las etnias kichwa, shuar, achuar, cofan, celebran, por ejemplo, entre abril y mayo, la fiesta de la chonta o chontaduro, que llaman uwi. La fiesta incluye rituales, bailes, cantos y comidas.
El pueblo shuar celebra desde el 21 de abril de 1972 la fiesta de la chonta o cosecha del chontaduro (Uwi ijiampramu), drupa de la palma chonta (Bactris gasipaes).
La cosecha se inicia en febrero y se extiende hasta abril. El ritual es presidido por un anciano sabio, Unt wéa, que dirige la fiesta, en la que se toma chicha fermentada de chonta y los concurrentes bailan y beben hasta embriagarse, acompañados con el sonido repetitivo de fondo de un tambor.
En la cuenca amazónica, las comunidades indígenas nativas ordenan su calendario y sus actividades de acuerdo con las crecientes y vaciantes de los ríos.
En la región los ríos son considerados sagrados, y el elemento agua es como un supremo sacerdote que impone su ley en la Amazonía. Son actividades regidas por la tradición y que se guían atendiendo a indicadores relacionados con el saber ancestral indígena.
Un conocimiento que se transmite de generación a generación, y que el gran antropólogo francés Claude Lévi-Strauss llamó una “ciencia de lo concreto”, un conocimiento “construido a través de una actividad mental que relaciona los fenómenos, en muchos casos a partir de sus cualidades sensibles, e interpretando en muchos otros casos las relaciones entre dichos elementos del entorno natural con la sociedad” (Lévi-Strauss 1975: 39-40).
En la Amazonía peruana
Un solo ejemplo bastará para ilustrar el punto. Para los asháninka, etnia indígena que habita en los llanos aluviales de los valles del río Ucayali, en la Amazonía peruana, la floración del árbol shismáshiri, una especie de Cassia, anuncia el inicio de la temporada de vaciante de las aguas y el tiempo de engorde de los animales del monte (Rojas-Zalezzi 1994: 149-150).
Para los asháninka, la distribución del tiempo constituye un calendario anual de actividades establecido en base a criterios astronómicos e hidrológicos.
Y complementariamente se usan criterios florísticos y faunísticos. Esos indicadores son necesarios para organizar sus actividades de horticultura (en su chagra), caza, pesca y recolección.
El año se divide, para los asháninka, en dos grandes estaciones: la de las intensas lluvias y creciente de los ríos, de diciembre a mediados de marzo, y la estación de vaciante de los ríos, de marzo a noviembre (Rojas-Zalezzi 1992: 175-176).
El investigador Gabel Sotil García, residente en Iquitos, capital de la región Loreto, del Perú, en su libro “Omagua. Canto al reino de las aguas y los árboles” (2007) traza los cambios que sufre, mes a mes, la naturaleza amazónica. Él nos guía en nuestro relato. Leámoslo.
Calendario de cosechas en la Amazonía
Enero
En enero las aguas de los ríos se desbordan. La tangarina florece y el huayo madura.
Febrero
En febrero se desbordan los caños y las quebradas, siguiendo la creciente de los ríos. Se inundan las chacras indígenas de los bajiales. Fructifica la granadilla, el puro puro, el zapote, el umarí, la uvilla y el parinari. Las restingas se convierten en refugios del sajino, el majás, el añuje, la carachupa y el motelo. Llueve de manera persistente y el aguaje termina por dar sus frutos.
Marzo
En marzo las aguas de los ríos llegan a su máximo nivel y se inundan caseríos y cultivos. Las escuelas se cierran durante tres meses cada año por las inundaciones. Los peces engordan inclusive fuera de los ríos, entre la hojarasca y los raizales inundados. Los animales del monte migran, buscando refugio en las restingas más altas.
Abril
En abril continúa la lluvia y todo parece los días del diluvio. Los amaneceres son mustios, fríos y húmedos. Es el mes en que se cosecha la guaba, el ubos y el camu camu.
Mayo
En mayo siguen las lluvias, pero aplacan su furia, y los ríos inician lentamente su declive. Es el tiempo de cosechar los frutos de la pomarrosa, la guaba, el caimito, la taperiba, el casho, el arazá, el ungurahui, la yarina, la cocona, el aguaje, la tansharina. Los animales del monte regresan a sus antiguas querencias.
Junio
En junio las aguas comienzan a retirarse y renace la actividad de las personas y los animales en las tierras bajas. Aparecen las playas de arena y los barriales. Comienza el tiempo de las siembras en las anchas playas de los ríos, que han dejado las aguas al retirarse. Por todas partes se ven las siembras de Chiclayo, fréjol, maíz, yuca, arroz, tomate, sandía, melón, zapallo. Los peces vuelven a colonizar el río, dejando atrás las tahuampas, las cochas y las quebradas, formando agitados mijanos. Comienza la temporada de pesca.
Es el tiempo también de la deslumbrante fiesta de San Juan, que se apodera de la Amazonía urbana, con su música estridente en los lugares públicos y privados, se sirve y come el juane en sus diversas formas, y se carga el erotismo a flor de piel. Las comunidades indígenas, ausentes de ese jolgorio, inician sus rituales de siembra con cantos y danzas. Es época del sorpresivo y breve friaje, cuando incursionan por unos pocos días entre los árboles de la espesa selva los vientos fríos que vienen de la Antártida.
Julio
En julio se estrechan los cauces de los ríos, las cochas se reducen y los peces siguen saliendo de las tahuampas y las quebradas en busca de los ríos. Las taricayas y los cupisos desovan en las playas de algunos ríos. Los indígenas saben que, por fin, se instaló el verano porque las tortugas ponen sus huevos escondidos en la arena de la playa. Primero desovaron las tortugas terrestres, en junio, y ahora, en julio, les toca a las tortugas acuáticas. Ya el sol es fuerte y el calor aprieta.
Agosto
En agosto el cielo es intensamente azul, la vaciante es plena y el sopor casi no se aguanta. Continua la cosecha de melones, sandías, piñas, choclos y chiclayos. El cazador, o mitayero, está al acecho de los animales del monte que desconfían de todo. Ya han eclosionado los huevos de taricayas y cupisos.
Septiembre
En septiembre la charapa desova en la playa. Las islas están rodeadas de extensos arenales. Sigue la cosecha de piñas, melones y sandías. Llueve poco y el calor arrecia. Es el mes de cosechas y de mijanadas de grandes cardúmenes de peces. Abunda la pesca. Los peces migran, río arriba o corriente abajo. Los peces retornan a las cochas y tahuampas.
Octubre
En octubre se recogen las últimas cosechas de melones, sandías, chiclayos, camitos, guabas, yuca, arroz. Las crías de charapa, o charitos, comienzan, dificultosamente, y casi desesperadamente, a tratar de alcanzar las aguas del río, para evadir a los depredadores que les acechan. Los peces, que pusieron sus huevas en los gramalotes y hojarascas para asegurar su reproducción, se preparan para volver a sus dominios, esperando las señales de la naturaleza. Llueve en la Sierra y los ríos comienzan a hincharse de nuevo, y empieza el ascenso de las aguas. Ya han desovado la gamitana, el boquichico, el tucunaré. Los peces se alborotan al retornar a sus lugares de origen. Se ha cumplido otro ciclo de vida en la Amazonía profunda.
BIBLIOGRAFÍA
- Castro-Casal, A., Merchán-Fornellino M,…et al. 2013. Uso histórico y actual de las tortugas charapa (Podocnemis expansa) y terecaya ( (P. unifilis) de la Orinoquia y la Amazonia. BIOTA COLOMBIANA, Vol. 14 (1), 45-64. PDF
- Lévi-Strauss C. 1975. El Pensamiento Salvaje. México: FCE. PDF
- Patiño V.M. (2000). Historia y dispersión de los frutales nativos del neotrópico. Cali: CIAT. Fuente
- Rojas-Zalezzi E. 1994. Los Asháninka. Un pueblo tras el bosque. Lima. PUCP. Fuente
- Rojas-Zalezzi E. 1992. Acerca del saber cuándo hacer: el calendario Asháninka y el ciclo anual de actividades. Anthropologica, No. 10, diciembre. Fuente
- Sotil García G.D. 2007. Omagua. Canto al reino de las aguas y los árboles. Iquitos: G.D. Sotil García. Fuente
El Dr. Rafael Cartay es un economista, historiador y escritor venezolano mejor conocido por su extenso trabajo en gastronomía, y ha recibido el Premio Nacional de Nutrición, el Premio Gourmand World Cookbook, Mejor Diccionario de Cocina y El Gran Tenedor de Oro. Inició sus investigaciones sobre la Amazonía en 2014 y vivió en Iquitos durante 2015, donde escribió La Tabla Amazónica Peruana (2016), el Diccionario de Alimentos y Cocina de la Cuenca Amazónica (2020), y el portal en línea delAmazonas.com, de del cual es cofundador y escritor principal. Los libros de Rafael Cartay se pueden encontrar en Amazon.com
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