Un bosque es una fuente de alimentos y medicamentos, y de materias primas para construir viviendas y hacer obras de arte, y fabricar muebles y objetos para hacernos la vida más confortable.
El bosque es también fuente de esencias para alegrar tu vida. Muchas de las esencias que fijan los perfumes vienen del sotobosque, de las partes bajas de los bosques. Coco Chanel contaba que la base de su famoso perfume Chanel No. 5 venía de la jara pringosa, Cistus ladanifer.
Las zonas arboladas son hermosas y nos tranquilizan el espíritu, fortaleciéndonos el sistema inmune y levantándonos el ánimo decaído.
¿Lo ha sentido usted?
Cuando uno penetra en un bosque, uno se siente invadido por un aire nuevo y limpio, revitalizante. Y se experimenta una sensación que encumbra y aliviana el cuerpo, que nos vuelve pletóricos. Se trata de solo uno de los muchos beneficios intangibles, espirituales, que nos proporciona el bosque. El paisaje natural y el goce que depara es uno de los mayores activos psicológicos derivados del bosque.
No obstante, a pesar de la importancia que tiene el bosque, siempre lo hemos valorado por los muchos beneficios tangibles que nos ofrece: madera, alimentos, medicamentos. Es el lado utilitario del bosque.
Pero más allá de esos beneficios económicos, el bosque se vuelve imprescindible para la vida, en su condición de gran escenario para la fotosíntesis, que transforma masivamente, en función de su gran concentración de plantas, el dióxido de carbono de la atmósfera en el oxígeno imprescindible para la existencia de los seres vivos. En ese sentido, el bosque es un pulmón del espacio habitado. En otro, es un gran secuestrador del carbono disuelto en el aire, donde permanece durante largo tiempo, como una potencial amenaza cuando existe en grandes concentraciones en la atmósfera. El bosque actúa, de esa manera, como una maquinaria que convierte lo potencialmente tóxico en la maravillosa fábrica de la vida. Se dice que se necesita el equivalente a veintidós árboles para proporcionar el oxígeno que requiere una persona para vivir, pero aún se desconoce cuántos árboles necesita una persona para recargar el espíritu decaído con una sensación de plenitud.
El bosque es también el más importante de los elementos que regulan el clima. Protector del suelo, evitando la erosión y la desertificación. Barrera contra los fuertes vientos y la contaminación acústica. Garante de la humedad del suelo. Conservador de la cabecera de los ríos. Estimulante de la lluvia. Albergue de la biodiversidad. Fuente de energía. Laboratorio para la enseñanza y la investigación. Refugio de la fauna y casa de la población selvática. Motivo de inspiración de la poesía, que agrega razones y belleza para llenar de sentido a la cultura.
Ese bosque que nos aproxima tanto a la vida tiene, sin embargo, y cuesta creerlo, muchos enemigos, que solo ven al bosque como una ocasión para el enriquecimiento, extrayéndole todos los valores monetarios que pueden, sin importarles el maravilloso valor que encierra el bosque. Lo quitan del medio, deforestándolo, pensando únicamente en su beneficio individual, mezquino y a corto plazo.
Ahí está la Amazonía…
El inmenso y valioso bosque amazónico, considerado un pulmón del planeta, reservorio de gran parte de los recursos de agua dulce y de biodiversidad de la Tierra. Un bosque cada vez más codiciado y asediado, que ha venido siendo disminuido progresivamente en su vastedad frente a la mirada de todos. La mayoría de la gente ve actuar a unas pocas empresas multinacionales que acumulan inmensos recursos naturales y financieros a escala planetaria, valiéndose de la complicidad de numerosos colonos invasores que tumban el bosque para facilitar la expansión de la frontera de la ganadería y de la agricultura, la complicidad de instituciones gubernamentales complacientes. Mientras que el resto, la gran mayoría calla, por ignorancia o por estar presos en una indiferencia generalizada e inducida, de la que somos responsable muchos de nosotros. De los políticos, los educadores y los comunicadores sociales que no hemos sabido transmitir y educar a la gente en el compromiso activo, creador y consecuente con la vida y su entorno. Mientras que otros, muy pocos desafortunadamente, dirigentes comunitarios, ambientalistas y algunas ONG, siguen luchando por proteger el bosque amazónico, aún a riesgo de sus propias vidas.
El Dr. Rafael Cartay es un economista, historiador y escritor venezolano mejor conocido por su extenso trabajo en gastronomía, y ha recibido el Premio Nacional de Nutrición, el Premio Gourmand World Cookbook, Mejor Diccionario de Cocina y El Gran Tenedor de Oro. Inició sus investigaciones sobre la Amazonía en 2014 y vivió en Iquitos durante 2015, donde escribió La Tabla Amazónica Peruana (2016), el Diccionario de Alimentos y Cocina de la Cuenca Amazónica (2020), y el portal en línea delAmazonas.com, de del cual es cofundador y escritor principal. Los libros de Rafael Cartay se pueden encontrar en Amazon.com
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