La Amazonía es un extenso bosque tropical, el más grande del planeta, que arde casi siempre a mediados de cada año. Los fuegos en esa inmensa masa son casi inevitables.
Pero en algunos momentos, los incendios forestales se vuelven incontrolables.
Con el paso del tiempo, ha aumentado la tasa de incendios forestales, medida generalmente por el número de puntos de fuego y por la extensión cubierta por los incendios en la región, estimada gracias a las imágenes satelitales.
Algunas cosas que debemos saber:
1 . La diferencia entre un fuego y un incendio.
El fuego es la acción resultante de tres componentes: combustible, oxígeno y calor o energía de activación.
Esa acción puede ser controlada o no. Es controlable cuando se respetan ciertas normas de prevención que atienden a conocimientos sobre climatología y los principios físicos y químicos del fuego.
El incendio se produce cuando el fuego se vuelve incontrolado.
Puede ser accidental o provocado intencionalmente, provocando daños a personas, animales, vegetación, infraestructuras, objetos en general.
Cuando se incendian grandes áreas de bosque se le llama incendio forestal, tal como sucede en la Amazonía.
2. La diferencia entre un bosque primario y un bosque secundario.
El bosque primario, bosque nativo o bosque vírgen es un bosque natural que no ha sido explotado, fragmentado o alterado por la acción humana.
Los bosques primarios siempre sufren cambios, pero no provocados por la intervención humana. Los cambios ambientales se compensan por el propio ecosistema del bosque, que tiende a la homeostasis.
La homeóstasis es un equilibrio natural que reduce al mínimo las perturbaciones, gracias a una interacción adecuada de los organismos vivos que componen y habitan el bosque, por competencia (que supone la supresión de uno de los organismos involucrados), comensalismo (que implica un beneficio mutuo para los organismos) y mutualismo (interacción que beneficia a más de un organismo).
Es un bosque que mantiene un elevado grado de resiliencia, para superar las alteraciones. En la Amazonía hay extensas zonas de bosques primarios.
El bosque secundario es un bosque que dejó de ser primario, porque fue intervenido por el hombre, especialmente por la tala y la quema, con propósitos de colonización del espacio y aprovechamiento de sus recursos.
Es un bosque que se regenera con el tiempo, pero que ha perdido el equilibrio de sus ecosistemas, y ya no podrá recuperar integralmente su estado original. Es decir, su capacidad de resiliencia se ha debilitado. Un bosque que se ha quemado ofrece, según los expertos, cada vez menor resistencia a nuevos incendios.
El bosque primario es una “construcción” natural de miles de años, en la que se estableció una compleja interacción y evolución de los componentes de sus ecosistemas. Su intervención destructiva provoca una enorme pérdida para la biodiversidad en el planeta, en suma, para la vida. Una pérdida que jamás podrá ser recuperada.
En la actual Amazonía hay bosques primarios, que constituyen aún la mayoría, y bosques secundarios, y zonas deforestadas, sin bosque, dedicadas a la actividad económica.
3. La diferencia entre un incendio natural y un incendio provocado.
En los bosques pueden existir incendios naturales, tal como se produce cuando cae un rayo, no seguido por una intensa lluvia, e incendia una parte del bosque.
Pero ese daño es compensado por mecanismos propios del bosque, como la lluvia y la humedad ambiental o por la conformación en estratos de la vegetación.
En la selva amazónica puede ocurrir, pero no es corriente ese tipo de accidentes, porque son bosques tropicales húmedos, con mucha precipitación pluvial estimulada por el propio bosque.
En la Amazonía la mayoría de los incendios son provocados, intencionales, que persiguen principalmente propósitos de lucro la expansión de la frontera agrícola, para establecer explotaciones ganaderas o plantaciones.
Otra parte, también importante, lo causan comunidades nativas o de colonos, que se establecen en el bosque, y despejan áreas para el poblamiento y para desarrollar chacras o conucos de policultivos.
Al cabo de varios años de cultivo, menos de diez, los suelos se agotan y abandonan la chacra, convertido en purma, donde empieza lentamente a establecerse un bosque secundario.
4. La diferencia entre el incendio del dosel y el del sotobosque.
Todo bosque está conformado por estratos distintos en sus composición, características y funciones. En el perfil del bosque, o línea vertical, destacan dos áreas: la del dosel y la del sotobosque.
El dosel, o dosel arbóreo, es la capa de ramas y hojas formadas por las copas de los árboles vecinos, que cubren grandes áreas. Allí en esa zonas se encuentra más del 60 % de la vida presente en el bosque. En la Amazonía puede alcanzar una altura promedio de unos 30 metros.
Allí habitan aves, pequeños felinos, osos perezosos, monos, lagartos, ranas, etc.
Un incendio en el dosel acaba con toda esa vida en el lugar.
En el dosel, la temperatura del aire es más seca y caliente, y el viento, cuando es fuerte, se convierte en un elemento propiciador del fuego, que se vuelve incontrolable.
Cuando se quema un gran árbol, de más de veinte metros de altura, por ejemplo, al morir, cae y propaga el fuego en una gran espacio, al dispersar material combustible, dejando un enorme espacio vacío en la selva.
La lluvia ayuda a humedecer la cobertura y a reducir el impacto del incendio. En el bosque amazónico existe un dosel vegetal de árboles de gran altura.
El sotobosque es el área de bosque que crece debajo del dosel, y que está más cerca del suelo.
Es un espacio donde la temperatura es menos caliente, por estar bajo la cubierta del dosel.
En esa zona el incendio es más fácil de controlar manualmente, y las condiciones para su control son más soportables para los controladores.
No hay, o casi no hay viento, y los materiales vegetales armen más lentamente, aunque el fuego puede continuar durante semanas antes de apagarse. E incluso, rebrotar en cualquier momento.
Los expertos opinan sobre los incendios en la Amazonía
Uno de ellos es Daniel Nepstad, doctor en ecología forestal, de la Universidad de Yale, entrevistado por BBC/ News/ Mundo, el 04. 09. 2019.
Nepstad señala que los incendios más peligrosos son los que afectan la selva vírgen, el bosque primario, el que nunca ha sido intervenido.
Allí viven muchos animales, algunos endémicos, que son muy vulnerables y que no pueden escapar, como muchas especies de insectos, los osos perezosos y las serpientes. De los árboles, los que son más afectados son los de corteza delgada.
Al producirse un incendio en la Amazonía mueren los grandes árboles, que se estrellan en el suelo, arrastrando a muchos otros árboles de menor porte, abriendo grandes brechas en el suelo, y dispersando el fuego que se propaga a los demás árboles. La selva vírgen queda expuesta.
Nepstad dice que se desconoce la magnitud exacta de los incendios. Pero se sabe que si la estación es seca se intensifica y alarga, los efectos sobre el bosque pueden ser muy severos.
También muchos de esos incendios ocurren en zonas que han sido anteriormente incendiadas, o donde se prende fuego para quemar parte del bosque ya talado.
Entre 12.000 y 13.000 km2 de bosque han sido talados este año en Brasil, y serán quemados con el fin de acondicionarlos para la producción y el asentamiento poblacional.
En este caso hay una relación directa entre la deforestación, la tala y quema, y el avance de la frontera agrícola.
Ese proceso se ha agravado durante algunos años, cuando la deforestación ha sido alta (del 2002 al 2004) y la sequía excepcional (2005, 2010).
Eso quiere decir que la intervención perturbadora avanza, y ya cerca del 18 al 20 % del bosque ha sido deforestado.
El ser humano debe repoblar el bosque
Nepstad opina que es necesario repoblar el bosque amazónico en las partes más afectadas.
Su reforestación es muy costosa, pero posible. En Etiopía, por ejemplo, se plantaron 350 millones de árboles, pero las magnitudes que requiere la Amazonía son muchísimas más grandes. Un esfuerzo tan grande que no puede ser cumplido por gobiernos locales (de los estados amazónicos) ni por los gobiernos nacionales (de los países amazónicos), sino por una acción concertada en el marco de un “estatus internacional”, en un acuerdo general apoyado por todos los países de la cuenca.
Por ahora no queda otra solución que depender de la regeneración natural del bosque tras décadas, promover actividades económicas de conservación con especies forestales y establecer planes masivos de protección del bosque, como el realizado por el Brasil hasta 2012, que redujo en gran medida la tasa anual de deforestación.
Pero al terminar el programa, aumentó el daño y hasta se recrudeció.
Cada vez hay más incendios
Stefania Gozzey, en BBC/ News/ Mundo, señaló el 22 de agosto de 2019 que la tasa de incendios se había incrementado en la Amazonía brasileña en un 84 % con relación al mismo período del 2018.
Uno de los períodos más severos de incendios desde 2013, cuando empezaron oficialmente a contabilizarse los incendios. Este año, en el período comprendido entre enero y agosto, se registraron 74.155 puntos de incendios.
Los expertos señalan que, sin embargo, el bosque amazónico presenta, en cierta manera, una barrera natural contra la expansión del fuego. Una de ellas es el dosel, esa capa de los árboles más altos que atrapa la humedad en la parte inferior o sotobosque, lo que dificulta que las llamas prendan o se extiendan.
¿Qué se pone en peligro cuando la Amazonía se incendia?
Todo el mundo sabe que la cuenca amazónica, con un poco menos de 7 millones de Kms 2, es la región de bosques tropicales húmedos más extensa del mundo, que alberga cerca del 25 % de la biodiversidad terrestre, que contiene del 15 al 20 % del agua dulce del planeta.
Son cifras que ilustran sobre el enorme valor natural, biológico, geográfico, ecológico, económico y político de la cuenca. Y también social.
La cuenca amazónica es el hogar de más de treinta millones de personas, entre indígenas nativos, mestizos y colonos blancos.
La población indígena, cerca de un millón de personas, se agrupa en unas 380 comunidades indígenas, que hablan 86 lenguajes y 650 dialectos, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, en 2016.
Pero el bosque amazónico sigue siendo deforestado e incendiado y, en la práctica, son pocas las medidas concretas que se toman para enfrentar el problemas de los incendios forestales, que se concentran en la deforestación para intervenir el bosque y colonizarlo, para dar tierra y resolver problemas de sobrepoblación urbana, urgidos por la inmediatez política, alimentado por un discurso teñido muchas veces de un populismo irresponsable.
El bosque amazónico es, básicamente, un gran regulador del clima.
Ese inmenso bosque controla el ciclo hidrológico regional. Es responsable de generar la lluvia sobre la propia Amazonía, el sur de Brasil y, en gran parte, de los países de la cuenca del Río de la Plata.
El bosque amazónico es un gran regulador del ciclo del carbono y del ciclo de la energía. Los incendios forestales reducen la función del bosque de absorber carbono.
Y más bien lo libera a la atmósfera, produciendo un desastre ambiental que afecta localmente al bosque, la población, el agua, el suelo.
Algunos correctivos del problema de los incendios amazónicos
Se han establecido algunos programas que han permitido ciertos mejoras.
Amazonía sin Fuego
Uno de ellos es el Programa Amazonía sin Fuego, aplicado en Bolivia, en 2012-2015, y en el Ecuador, en 2014-2019.
El propósito de ese programa era el de capacitar para el manejo integrado del fuego y sobre técnicas alternativas al uso del fuego en las actividades agropecuarias. Se formaron, con este programa, 32 brigadas comunitarias de control formadas por 1.235 miembros, y se capacitó 10.000 personas en el manejo integral del fuego.
Su ejecución permitió la reducción en un 80 % de los puntos de fuego en los dos países amazónicos.
Manejo integral del fuego
Otro programa fue el del fortalecimiento regional de las capacidades para la gestión integrado del fuego en la Amazonía, que se aplicó en Brasil, Ecuador y Bolivia, que buscaba reducir la incidencia de los incendios forestales en esos países aplicando el criterio de Manejo Integral del Fuego (MIF).
Programa boliviano para prevenir y controlar incendios en el amazonas.
Un tercer programa regional el de gestión sostenible del paisaje amazónico, que se aplicó en Bolivia, para incrementar y mejorar los servicios forestales, el ordenamiento territorial con gestión del bosque, el incremento de sistemas restaurados y la coordinación de esfuerzos entre las acciones de los sectores público y privado.
El problema de las estaciones secas
En la época de lluvia es más fácil controlar el fuego, pero no ocurre así en la estación seca.
Cuando aumenta la temperatura del aire y disminuye la humedad relativa, y no llueve, y la estación seca prolonga su duración, se producen enormes incendios forestales incontrolables que arrasan con extensas áreas de vegetación en pocas semanas. Y, por supuesto, con todoas las especies vivas que alberga el bosque.
Cuando la temperatura supera los 30° C, y la humedad relativa del aire es menor del 30 %, se presentan serios problemas para controlar y manejar el punto de fuego.
No obstante, cuando refresca el ambiente, entre las horas del atardecer y las primeras horas de la mañana, el fuego disminuye su actividad y resultan más eficientes y seguras las tareas de control y combate.
Las emisiones resultantes de los incendios forestales
El fuego no solo deja detrás de si la tierra quemada y el suelo desnudo, más proclive a la erosión.
Se reproducen diferentes clases de emisiones que se extienden, por el viento, contaminando la región quemada y las vecinas.
Hay tres tipos de emisiones: las de monóxido de carbono, los aerosoles y las partículas en suspensión.
El monóxido de carbono es un gas altamente tóxico, que agrava las enfermedades respiratorias y provoca asfixias.
Ese gas se expande por la atmósfera durante un mes, y puede viajar miles de kilómetros llevado por el viento.
Los incendios en la Amazonía noroccidental propagan sus efectos , a todo lo ancho de la América del Sur, desde el océno Atlántico hasta el Pacífico.
Los aerosoles son partículas líquidas o sólidas suspendidas en la atmósfera, como polvo, ceniza y humo.
Las humaredas a veces son tan densas que afectan la salud de las personas, el tráfico aéreo, y hasta impiden la visibilidad desde el aire.
Sao Paulo, una de las ciudades más populosas del Brasil, situada a unos 2.500 km de distancia de los principales focos de los incendios forestales de la Amazonía brasileña, se oscureció unas dos horas antes de la puesta del sol durante algunos días de agosto del 2019 por causa del denso humo.
Las partículas en suspensión, extrafinas, entorpecen la calidad del aire y traen consigo graves problemas respiratorios para las personas.
El número de niños hospitalizados en los estados brasileños de Pará, Rondonia, Maranhao y Mato Grosso se duplicó en los dos meses de mayo a junio de 2019, en comparación con igual lapso del 2018, llegando a 2.500 hospitalizaciones más que las previstas.
Igual sucedió con los niños hospitalizados por los efectos de las quemaduras.
La deforestación: la gran responsable
Todos los estudios sobre las causas de los incendios forestales en la Amazonía concluyen en que el gran responsable es la deforestación del bosque.
El Dr. Jos Barlow, profesor de Ciencia de la Conservación, en la Universidad inglesa de Lancaster, en la vecindad de un hermoso parque nacional del noroeste de Inglaterra, sostiene que el gran culpable de la devastación amazónica es la deforestación.
La quema del bosque que sigue a la deforestación hace que éste sea más inflamable, incluso regenerándose. Se vuelve cada más vulnerable a los nuevos incendios. Esta situación de vulnerabilidad se vuelve sumamente dramática durante las sequías prolongadas.
El cambio climático, señala Barlow, provoca la subida de la temperatura en la Amazonía, haciendo que la selva sea más inflamable, en especial durante la estación seca.
Cada década que pasa, asciende la temperatura regional. Los focos mayores de incendios comienzan en la zona sur. Luego pasa a las zonas central y oriental de la Amazonía, complicándose el escenario cuando llega el fenómeno de El Niño, tal como sucedió en el lapso 2015-2016.
La tala y la quema masiva, sin control e indiscriminada, facilita que el bosque sea cada vez más inflamable, porque la deforestación reduce la lluvia a nivel local, y aumenta las áreas de borde del bosque, que son áreas más secas y con comportamientos muy particulares.
Detrás de las deforestaciones hechas por los campesinos sin tierras están los terratenientes, que utilizan al campesino pobre como la punta de lanza de un proceso de expansión creciente de la frontera agrícola en amplias zonas de la Amazonía.
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