Los cronistas y los viajeros a la cuenca amazónica dejaron muchos registros de la abundancia de arboles silvestres de la especie Hevea brasiliensis, que llamaban seringueira en Brasil, jacio en la región del Orinoco y goma en muchas partes, y que se le conoce también corrientemente como caucho.
Del tronco de esta especie, y de otras, se extrae un látex, una sustancia lechosa de color blanco que ofrece gran resistencia y plasticidad, tras calentarla.
El árbol produce, en condiciones silvestres, látex desde los cuatro hasta los veinticinco años de edad.
1er boom del caucho
A partir de 1885 aumentó la demanda de caucho para abastecer las necesidades de la industria en expansión de los países desarrollados.
Eran los tiempos en que se estaba desarrollando la industria del transporte terrestre y se requería de grandes cantidades de materia prima de caucho para la fabricación de llantas y neumáticos y otros productos impermeables.
Esa demanda produjo el boom cauchero en la Amazonía, donde el árbol abundaba y crecía silvestre. Se formaron compañías recolectoras del producto, empleando la mano de obra indígena.
Hasta aquí es una historia de la oferta y la demanda de un producto que se comercializa en un mercado mundial, en proceso de expansión.
Julio César Arana (1864-1952)
Pero es una historia que, por detrás, esconde escenas de crueldad sin límites protagonizadas por los llamados barones del caucho, cuyo máximo representante en la región amazónica del Putumayo y regiones fronterizas entre Colombia y Brasil era el peruano Julio César Arana (1864-1952), el arquetipo de la codicia y la crueldad contra los indefensos indígenas de la región.
Arana comenzó en 1881 con la comercialización de la materia prima, y luego, en 1896, creó su propia compañía recolectora, la J.C. Arana y Hermanos, para actuar en las selvas de Putumayo, en la frontera entre Colombia y Perú.
Peruvian Rubber Company
En 1907 estableció una gran empresa, con la incorporación de inversionistas británicos, la Peruvian Rubber Company, con sede en Londres, que terminó eliminando, en un régimen de terror, la competencia y apropiándose de las empresas rivales para monopolizar el negocio.
Los horrores vividos por los indígenas en el Putumayo, donde fueron esclavizados, torturados y mutilados, si no entregaban la cuota diaria de goma que les era fijada (10 de goma por día), y en algunos casos desplazados de sus tierras originarias, y asesinados si intentaban sublevarse por una cuadrilla de guardias armados, compuesta principalmente por unos 200 barbadenses, que se encargaban de las labores de supervisión y de castigar a los indígenas.
La Vorágine
La tragedia vivida por los indígenas fue narrada magistralmente por la famosa novela La Vorágine, del colombiano José Eustacio Rivera, publicada en 1924.
Las primeras denuncias internacionales sobre la barbarie de los sistemas de trabajo aplicados en la empresa de Arana comenzaron en 1908, y aunque llegaron hasta el establecimiento de una investigación inglesa por un fiscal que expuso los excesos de la Peruvian Rubber Co., la acusación fue desacatada por los sistemas judiciales corruptos de la época, y Arana terminó sus días “como un ciudadano respetable”, con cargos legislativos y empresariales en Iquitos, la capital de residencia nacional de los “barones del caucho”.
Ya en 1914 había pasado la fiebre del caucho.
El auge del caucho se produjo en toda la cuenca amazónica, en particular en Brasil, enriqueciendo a las ciudades de Belém do Pará y Manaos, y Perú, beneficiando comercialmente a Iquitos.
En esas ciudades se levantaron casas particulares ostentosas, como palacetes, y se produjo una enorme riqueza que fue efímera en sus efectos. Se produjeron dos períodos del auge de la exportación del caucho extraído de la cuenca amazónica.
El primer boom de la exportación del caucho amazónico se produjo de 1879 a 1912.
Es la época del enriquecimiento de los barones del caucho, tanto brasileños como peruanos, y de la gran tragedia vivida por los indígenas en las zonas caucheras.
En 1912 el monopolio del caucho amazónico fue roto por la entrada al mercado mundial de la producción de las plantaciones establecidas por los británicos en sus colonias asiáticas (las plantaciones asiáticas eran más mucho más productivas y rentables que los árboles silvestres de caucho en la Amazonía), a raíz del robo en 1873 de semillas de la especie del caucho amazónico por el explorador británico Henry Wickman, que sirvieron de base para las plantaciones británicas, principalmente en Malasia Británica.
Se perdió el impulso económico en las ciudades caucheras del Amazonas, pero disminuyó la presión de la explotación y el régimen de terror ejercido sobre los indígenas.
El 2do boom del caucho
El segundo boom del caucho amazónico se produjo entre 1942 y 1945.
En el desarrollo de la II Guerra Mundial, las tropas japonesas invadieron y ocuparon Malasia, despojando a los países aliados de la materia prima del caucho, de gran importancia estratégica industrial y militar.
Se produjo entonces el llamado Acuerdo de Washington, por el cual se le pidió al gobierno brasileño que desarrollara una intensa campaña para recuperar la producción de caucho en la Amazonía brasileña, que fue llamada la “batalla del caucho”.
Ante tal pedido, financiado por un fondo especial estadounidense, se desplazaron miles de brasileños hacia la selva, en condiciones de gran precariedad, falta de infraestructura y de asistencia sanitaria.
Al terminar la Guerra mundial en 1945, se acabó la campaña y los recolectores, los que lograron sobrevivir a las penurias de la selva, fueron abandonados a su suerte y quedaron empobrecidos.
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