En los tiempos antiguos, cuando la selva aún hablaba con las voces de los dioses, existió un murciélago gigante llamado Aetsetseu, cuyo nombre era susurrado con temor en cada rincón de la Amazonía. Era una criatura temible, envuelta en la sombra de la noche, con ojos rojos que brillaban como brasas y alas tan grandes que al desplegarse tapaban la luna.
Aetsetseu era un cazador cruel. Nadie sabía de dónde venía ni por qué lo hacía, pero su llegada siempre traía muerte. Se decía que elegía a sus víctimas con precisión: hombres y mujeres de cabello largo. En un abrir y cerrar de ojos, con sus garras filosas como cuchillas, les cortaba la cabeza y desaparecía en la oscuridad llevando consigo su macabro trofeo. Nadie podía verlo ni atraparlo, pero todos conocían las marcas de su obra. En un rincón secreto de la selva, guardaba las calaveras, apilándolas una sobre otra como si fueran su más preciado tesoro.
El pueblo vivía aterrorizado. Las noches eran un tiempo de incertidumbre, y nadie se atrevía a salir una vez que el sol se escondía. Pero entre los aldeanos surgió un hombre valeroso, un guerrero de corazón firme, quien juró detener a la bestia. Sabía que enfrentarlo no sería fácil. Así que, siguiendo los consejos de los ancianos, se adentró en la selva para buscar las plantas sagradas, aquellas que ofrecían visiones y fuerza sobrenatural.
Durante días, el guerrero ayunó y bebió el brebaje preparado por los chamanes. En un estado de trance, vio a Aetsetseu en sus sueños. La criatura no solo era un murciélago, sino un espíritu que habitaba entre los vivos y los muertos, un guardián de lo que debía permanecer oculto. En su visión, el guerrero escuchó el canto del murciélago, un canto que nunca olvidaría:
«Aetsetseu, Aetsetseu, como si fuera pajarito dashipkit voy a saltar.
Aetsetseu, Aetsetseu, como si fuera pajarito dashipkit voy a saltar.»
Con esta revelación, el guerrero reunió a los hombres más fuertes de la comunidad y juntos tendieron una trampa. Durante días esperaron en silencio, ocultos entre los árboles. Entonces, una noche, lo escucharon. Un susurro melódico comenzó a llenar la selva:
«Aetsetseu, Aetsetseu…»
Las voces se acercaban, cada vez más. Y allí, a la luz de la luna, apareció la figura gigantesca de Aetsetseu. Su cuerpo negro brillaba bajo el cielo estrellado, y sus alas se desplegaban como las velas de un barco en el viento.
El guerrero, sin titubear, dio la señal. Con redes hechas de fibras sagradas y lanzas afiladas, los hombres se lanzaron sobre el murciélago. Aetsetseu luchó con furia, sus gritos resonaron por toda la selva, pero finalmente, las fuerzas combinadas del pueblo lograron vencerlo. El murciélago cayó, y con él, el terror que había gobernado sus noches.
Desde entonces, Aetsetseu quedó grabado en la memoria de los awajún, no solo como un monstruo, sino como un recordatorio de que incluso las fuerzas más oscuras pueden ser vencidas cuando un pueblo se une en valentía. Y aunque su canto ya no se escucha en las noches, aún hay quienes dicen que, en los rincones más oscuros de la selva, su espíritu sigue vigilando, esperando el momento de regresar.
Referencia:
Rubén, A., Robles, W., Rossana, L., & Gonzales, A. La mitología amazónica y su relación con la simbología Chavín. https://www.academia.edu/download/65553356/Articulo_Arbaiza.pdf
Lic. en Comunicación Social mención Comunicación para el Desarrollo Humanístico (Universidad de Los Andes, 2005). Director y guionista de cine y TV. Especialista en Marketing Digital (SEO, SEM, Adwords, Adsense). Gerente General (CEO) en DMT Agency. Es editor fundador del portal delamazonas.com entre otros.