El fuego ha jugado un papel fundamental en el proceso de hominización o de evolución humana. La domesticación del fuego facilitó el camino para iluminarse en las noches oscuras, calentar el cuerpo en las frías cavernas, y cocinar los alimentos para darles mejor sabor y hacerlos más digeribles.
El ser humano dependía del fuego, cuyo origen era un misterio, hasta que aprendió a reproducirlo y controlarlo, pero pasó mucho tiempo hasta que pudiera explicar al ser enunciada la teoría de la combustión, por Antoine Lavoisier en 1780.
No obstante, el agua, el fuego, el aire y la tierra estaban en todas las explicaciones del universo y de los fenómenos del mundo físico.
Al principio nuestros remotos antepasados veneraban algunos elementos cuya función no comprendían, a pesar de su importancia y de su constante presencia en su vida cotidiana. Así sucedió con el sol y el fuego, a los que llamaban dioses, en los distintos escenarios donde se desarrollaba la vida humana. Los filósofos de la antigua Grecia, empezando por los presocráticos, hablaban de los cuatro elementos básicos de la materia, entre los cuales estaba el fuego. En otras partes, como en la Amazonía, el fuego aparecía en las leyendas sobre el origen del mundo y de las actividades humanas.
Algunos mitos indígenas amazónicos recuerdan algunos pasajes de la mitología griega. Por ejemplo, una leyenda del grupo indígena shuar o jívaro, que habita territorios localizados hoy en las regiones amazónicas de Ecuador y Perú, tiene ciertas semejanzas con el mito de Prometeo, de la mitología griega, que robó el fuego sagrado del Olimpo para regalárselo a los hombres.
En esta entrega hablaremos de dos leyendas amazónicas relacionadas con el fuego.
Taquea y el quinde del fuego
En la primera, los ancianos shuar cuentan que el pueblo no conocía el fuego y no podían cocinar sus alimentos. Comían cruda la yuca, el zapallo, los pescados y las aves que cazaban. No podían tampoco alumbrar sus casas ni guiarse en los caminos durante las noches más oscuras. En el pueblo había una pareja, Taquea y su mujer, que tenían el fuego, pero se negaban a compartirlo con los demás del grupo. Vivían en una casa apartada y cercada, y no dejaban que nadie se acercara a su vivienda. No obstante, mantenían en el patio cercado una fogata encendida noche y día. Para evitar que les robaran el fuego, nunca salían los dos al mismo tiempo de la casa. Trabajaban la chacra por turnos, para no dejar nunca solo al fuego. En día en que la mujer de Taquea estaba trabajando en la chacra familiar, se encontró a un pajarito, un quinde o colibrí, que estaba empapado. El quinde tenía frío y le pedía ayuda. La mujer, compadecida, lo llevó a su casa, y lo puso junto al fuego para que se le secara el plumaje. Pero el quinde, aprovechando un descuido de la mujer de Taquea, prendió su cola, huyó por la ventana y voló hacia el bosque, llevándose consigo el fuego. El quinde fue después de casa en casa, distribuyendo el fuego entre la gente del pueblo. Así la gente aprendió a cocinar sus alimentos y a alumbrarse en la noche. Por la noche, los vecinos del pueblo encendían grandes fogatas para sentarse alrededor a conversar.
Botoque y el jaguar del fuego
La otra leyenda ocurrió en las comunidades indígenas de la Amazonía brasileña.
Un joven indígena llamado Botoque fue abandonado en la selva por su cuñado mientras recogían huevos de guacamaya. Era casi de noche. Botoque no conocía bien la selva y se encontró perdido en el medio del bosque oscuro. Gritó y gritó, pero nadie le oía. Hasta que se le acercó un jaguar, que se prestó a ayudarlo. Botoque y el jaguar se hicieron amigos, y salían con frecuencia a cazar. Pero el jaguar tenía una mujer, que detestaba a Botoque. El jaguar y su mujer eran los únicos que poseían el fuego. Un día que habían salido a cazar, y habían encendido una fogata, discutieron fuertemente, y Botoque terminó matando a la mujer del jaguar. Después, recogió sus cosas y una tea encendida y regresó al pueblo. Botoque compartió el fuego con sus vecinos. Éstos, enfurecidos por el egoísmo del jaguar, lo asaltaron en su casa y le quitaron todas las cosas valiosas que tenía. Desde entonces, el jaguar come su comida cruda, mientras que los hombres la comen cocida.
El Dr. Rafael Cartay es un economista, historiador y escritor venezolano mejor conocido por su extenso trabajo en gastronomía, y ha recibido el Premio Nacional de Nutrición, el Premio Gourmand World Cookbook, Mejor Diccionario de Cocina y El Gran Tenedor de Oro. Inició sus investigaciones sobre la Amazonía en 2014 y vivió en Iquitos durante 2015, donde escribió La Tabla Amazónica Peruana (2016), el Diccionario de Alimentos y Cocina de la Cuenca Amazónica (2020), y el portal en línea delAmazonas.com, de del cual es cofundador y escritor principal. Los libros de Rafael Cartay se pueden encontrar en Amazon.com