El jaguar es el felino más grande de América y el único del género Panthera en toda la región. Es, además, el tercero más grande del mundo, después del tigre asiático y el león africano.
En el planeta existen 36 especies de felinos, que pertenecen a la familia Felidae, que habitan en todos los grandes territorios, salvo en Australia, Antártica y Madagascar. De las 36 especies, 12 viven en el continente americano: 5 en el trópico, 6 en lugares templados o fríos y 1 solo, el jaguar, que mora en todos los ambientes (Ceballos 2012).
Por otra parte, en la cuenca amazónica habitan 5 de las 12 especies de grandes felinos americanos: el ocelote (Leopardus pardalis), el margay (Leopardus wiedii), el yaguarundi (herpailurus yaguouaroundi, el puma (Puma concolor) y el jaguar (Panthera onca). Entre ellos, destaca por su tamaño y su fuerza el jaguar (Ceballos 2012).
Leopardo y jaguar (comparación)
Nombre científico y otros nombres comunes del jaguar
El jaguar (Panthera Onca) recibe muchos nombres vernáculos: jaguar, tigre, tigre real, tigre mariposa; tigre pintado, tigre serrano, tigre amapolo, tigre malibú, tigre negro, pantera, otorongo y mancueva.
El nombre de jaguar es una derivación de la lengua guaraní, en la que jaguara significa “comedor de carne que salta”.
Los otros nombres que se le han otorgado dependen de la región que habitan los jaguares.
Hábitat del jaguar
El jaguar se encontraba ampliamente distribuido en todo el continente americano, desde América del Norte hasta la Argentina, incluyendo América Central, así como en los países de la cuenca amazónica.
Se estima que había unos 100.000 individuos hacia 1900.
Ahora, tras haberse reducido su zona de hábitat en un 50 %, los jaguares han desaparecido de muchos lugares.
Se extinguieron en dos países: El Salvador y el Uruguay.
Casi no se encuentran en Estados Unidos, y se decía que estaban casi desaparecidos en México, pero utilizando la técnica de las cámaras-trampa se calcula ahora una población cercana a los 4.000 individuos en México.
Han casi desparecido de las selvas secas del Pacífico en Ecuador y Perú.
El jaguar es un felino sumamente resistente a los cambios climáticos de su entorno, no obstante, prefiere los ambientes húmedos cercanos a ríos y áreas con condiciones vegetales densas, aunque puede desplazarse en sabanas y bosques de la ceja de selva amazónica.
Su hábitat principal lo constituyen los bosques húmedos y secos, las sabanas, los pantanos y, en algunos casos, hasta áreas cercanas a los asentamientos humanos, debido a la facilidad de obtener alimento proveniente de animales domésticos y de ganado.
Jaguares en Ecuador
En Ecuador aún se les consigue. Allí se distinguen dos subespecies de jaguar: los jaguares de la región occidental del Ecuador (P. onca centralis), en peligro de extinción, y los de la región oriental (P. onca onca), también en peligro de extinción (Espinosa et al 2016).
Jaguares en Brasil
De los 50.000 ejemplares que se estima la población actual, la mayoría, 30.000, habitan en el territorio brasileño.
Se siguen viendo en libertad con una cierta frecuencia en regiones como El Pantanal y El Cerrado, en la Amazonía, y algunas veces en los llanos sudamericanos, hasta el punto de que en algunos lugares de la Amazonía brasileña se han organizado exitosamente salidas turísticas de avistamiento de jaguares en libertad.
Descripción general del jaguar
Es un gran felino, de cuerpo alargado y esbelto, que puede llegar a pesar 150 Kg, de hábitos solitarios, exclusivamente carnívoro.
¿Qué come el jaguar?
Se alimenta tanto de presas grandes como el venado, el pecarí, el tapir o danta (Tapirus terrestris) como de presas de tamaño mediano o pequeño, como anfibios, reptiles, pequeños mamíferos o peces.
Pelaje y color
El jaguar presenta un pelaje corto, de colores amarillo y rojizo en los costados, y con tonos más claros hacia el hocico y las mandíbulas. Presenta manchas negras en la cabeza, cuello y cola.
En la parte pectoral e inferior de sus patas presenta color blanco, poseyendo a lo largo de su cuerpo rosetas de color negro, con una mancha central usualmente en el costado y el dorso.
Jaguar negro
Es posible encontrar ejemplares de jaguares con una coloración totalmente negra. Y se les llama leopardo, del latín leopardus, que quiere decir “león oscuro”.
Peso
Se han observado jaguares con un peso de hasta 158 kg, pero el peso en promedio de un macho es de 100 kilogramos, y en las hembras es de 70 kg.
Longitud
Su cuerpo puede alcanzar una longitud de 2,75 m, midiendo desde el hocico hasta el extremo de su cola.
Tiempo estimado de vida
El jaguar sometido a cautiverio, como sucede en el zoológico, puede llegar a vivir hasta 25 años, mientras que en su entorno natural puede alcanzar hasta los doce años, para ser el felino de mayor longevidad.
Los Super Poderes de felinos como el jaguar
Todos los felinos se parecen en que poseen colmillos cónicos y colmillos inferiores grandes. La mayoría son de hábitos solitarios, a excepción de los leones (Panthera leo) y los geopardos (Acinonyx jubatus) que viven en manadas.
Los jaguares, como la mayoría de los grandes felinos, tienen garras rectráctiles y especializadas en la manipulación y dominio de las presas que están a su alcance y se resisten.
Presentan hábitos tanto nocturnos como diurnos, por lo que sus ojos son muy sensibles a los cambios en la luz del día o a la oscuridad.
La vista de los felinos supera hasta seis veces la visión de los humanos.
Validos de esa agudeza visual y del colorido y manchas de su piel que le permiten camuflarse en la espesura del bosque, los jaguares son hábiles cazadores, diestros para localizar y atrapar a sus presas (Payán, Soto 2012).
Su sentido del olfato, en cambio, es poco desarrollado.
Pero se valen de sus bigotes, conectados a terminales nerviosos para descubrir la dirección del viento y calcular el espacio existente entre las ramas del bosque, lo que le ayuda a desplazarse en silencio en plena oscuridad.
Comportamiento sexual del jaguar
El jaguar macho alcanza su madurez sexual entre los tres y los cuatro años de edad, mientras que la hembra lo hace entre los dos y los dos años y medio.
La época de celo de la hembra se presenta en un período comprendido entre los seis y los 17 días.
El proceso del apareamiento es muy breve, pero frecuente.
El período de gestación va de 93 a 105 días.
La hembra pare de una a cuatro crías, que se alimentan solo de leche materna hasta los tres meses de vida.
El destete ocurre a los cinco o seis meses, y luego las crías permanecen, en su proceso de desarrollo, junto a su madre de un año y medio a dos años.
Al alcanzar su madurez sexual, se alejan de su madre para establecerse por su cuenta.
Hábitos y alimentación.
Es un felino muy territorial y solitario. Usualmente en el territorio de un macho pueden permanecer dos hembras.
El jaguar tiende a hacer grandes desplazamientos en busca de comida y refugio, hasta el punto de que un día pueden recorrer hasta unos 10 km.
La superficie promedio correspondiente a un jaguar, varía entre 54 km2 a 938 Km2.
Otros como Tobler et al (citado por Universidad San Francisco de Quito 2017) señalan un área de 130 km2 para las hembras y de 283 km2 para los machos.
El jaguar es un animal territorial. Marca su territorio, raspando con sus garras los troncos de los árboles, orinando en el suelo o defecando por los caminos que transita.
Función del jaguar para el equilibro de los ecosistemas
El jaguar es una especie reguladora de su entorno, y resulta importante para la salud del ecosistema.
La existencia de carnívoros afecta la cadena trófica, porque su ausencia o disminución afecta las poblaciones presa, que pueden multiplicarse, aumentando la presión sobre la vegetación consumida, modificando la recuperación natural del bosque.
El jaguar contribuye a regular la fauna a su alrededor, disminuyendo animales viejos y enfermos a los que elimina, mientras protege a otros, pues su área de vida ocupa grandes espacios, en los que sirve como un elemento disuasorio para la penetración de posibles ocupantes humanos.
Así, reduce la presión para otras especies, lo que lo posiciona como una pieza esencial para la regulación y la conservación del entorno, en especial en algunos lugares donde vive, como sucede en la región amazónica.
Los enemigos del jaguar
Los principales enemigos del jaguar son la caza ilegal, la deforestación, la fragmentación del hábitat, especialmente por la apertura de carreteras y el desarrollo de asentamientos humanos, el avance de las explotaciones agropecuarias y la disminución de las especies animales que les sirven como presa, y que son esenciales para su alimentación.
El jaguar es una especie muy amenazada, sobre todo por la cacería ilegal.
Entre las amenazas que comprometen la vida del jaguar, la más letal es la los grupos humanos, sobre todo los cazadores y los ganaderos que practican la ganadería extensiva.
Ambos, persiguen, cazan y matan al jaguar.
Los cazadores para obtener su piel, que exportan a compradores europeos, asiáticos y estadounidenses, o que exhiben como un trofeo de su “hazaña” deportiva.
Los ganaderos lo persiguen para proteger a sus rebaños de la acción depredadora del jaguar, pues éste se alimenta de las reses de su explotación pecuaria extensiva.
De esta manera, en un escenario donde los mamíferos terrestres mayores han sido reducidos progresivamente por la cacería, la fragmentación del bosque y la deforestación, que acorta e interviene el área de su hábitat, el jaguar se provee de carne, con un gasto menor de energía que le supondría la caza en las sabanas o en la selva de presas menos abundantes, y más ágiles en su huida.
Especie amenazada
La amenaza contra el jaguar es cada vez más notoria y avanza de manera indetenible, especialmente en las áreas de bosque no protegidos. Esa enorme presión ha convertido al jaguar en una especie casi en extinción en algunos lugares, y en “casi amenazada” en otros.
La presencia del jaguar en la Amazonía colombiana, por ejemplo, comenzó a disminuir a partir del 2006. Debido principalmente a la cacería furtiva, la caza deportiva y las retaliaciones de los ganaderos que pusieron precio a la cabeza del jaguar (Castaño-Uribe, Ange-Jaramillo, Ramírez-Guerra, Romero 2015).
El jaguar fue reemplazado por otro gran felino, el ocelote o tigrillo (L. pardalis)., que vive hasta en zonas fragmentadas, aprovechando áreas de paisaje intervenido, que conservan aún una buena cantidad de presas medianas y pequeñas.
El ocelote o tigrillo sustituyó al jaguar en su papel de regulador de poblaciones animales. Los ocelotes y los pumas se adaptan con una cierta facilidad a la existencia de poblaciones humanas.
De allí que su hábitat ideal es en la cercanía de comunidades indígenas nativas y en las grandes áreas protegidas, como los parques nacionales y otras áreas de reserva animal.
No solo para los grandes felinos, sino también para grandes y medianos mamíferos, como picure (Dasyprocta punctata), armadillo (Dasypus novemcinctus), lapa (Cuniculus paca), chigüiro (Hydrochaeros hydrochaeris) (Morrison, Sechrest, Dimerstein, Wilcove, Lamoreux 2007).
En algunos casos la competencia entre grandes felinos y poblaciones humanas se incrementa con la disminución del bosque y del contingente de presas, en particular en los lugares situados en las cercanías a los cuerpos de agua, donde se concentra el ganado para abrevar.
El último refugio del jaguar…
La región del Trapecio Amazónico (Colombia, Perú y Brasil) es una de las áreas prioritarias de investigación y que resulta clave para el muestreo de mamíferos en la cuenca amazónica (Oliveira et al 2002).
No van quedando muchas áreas aptas para la conservación del jaguar y otros grandes felinos.
La mayoría están localizadas en la Amazonía, que se ha convertido, en la práctica, en el hábitat más importante para la supervivencia del jaguar y de la mayoría de los mamíferos terrestres grandes, con pesos superiores a los 10 kg, dependientes de los bosques bajos tropicales de América del Sur (Payán-Garrido, Escudero-Páez 2015; Sanders et al 2002).
Un estudio de la WWF estimó la existencia de unos 2.000 jaguares en el Corredor Trinacional Napo-Putumayo, que toca territorios compartidos por Colombia, Perú y Ecuador, un territorio que cada vez es más penetrado, a pesar de su condición de reserva natural.
Ese corredor atraviesa la Reserva de Fauna Cuyabeno, en el Ecuador, el Parque Nacional Gueppi-Sekime, en el Perú, y el territorio indígena Predio Putumayo, en Colombia.
Poblaciones de jaguares en el Amazonas
Todas estas estimaciones de la existencia de grandes felinos son facilitadas por la utilización de cámaras-trampa, una tecnología muy eficiente para ese propósito. Con ellas, distribuidas en grandes áreas de posible concentración de animales como los grandes felinos, se pueden detectar especies crípticas a cualquier hora de la noche, sobre todo para animales con hábitos nocturnos, para realizar inventarios de especies y determinar su abundancia y densidad (Payán-Garrido, Escudero-Páez 2015: 226).
Con el uso de las cámaras-trampa se ha podido determinar la densidad comparativa de jaguares en varias regiones.
En la Amazonía colombiana la densidad es de 2,70 jaguares por 100 km2, en los llanos orientales de Colombia es de 2,27 unidades/ 100 km2, en el Magdalena Medio, de 4,88 /100 km2, en la Amazonía boliviana, de 2,8/ 100 km2.
Payán-Garrido y Escudero-Páez (2015: 230) consideran que una buena estimación de jaguares en la Amazonía puede ser de 3/ 100 km2. Esas estimaciones de abundancia y densidad también se hacen para mamíferos terrestres grandes como el venado colorado o el pecarí de collar.
¡Video de jaguar captado durante horas por una cámara trampa!
Acuerdos indígenas para la protección del jaguar y otras especies
Es interesante señalar la existencia de algunos acuerdos comunitarios en tierras indígenas, como las del alto Caura, para la conservación de los grandes vertebrados en áreas no protegidas. (Perera-Romero, Polisat, Maffei, 2015).
La gestión territorial indígena, de la población indígena residente en sus hábitats ancestrales, y en sus territorios, ha contribuido a la salvaguarda de la conservación de los grandes vertebrados, tanto en la Amazonía como en el Escudo Guayanés.
Ese acuerdo territorial ha bajado la presión de caza sobre algunos animales del monte, como el báquiro de cachete blanco (Tajacus pecari) y el tapir (Tapirus terrestres), así como para la conservación del jaguar (Castaño-Uribe, Ange-Jaramillo, Ramírez-Guerra, 2015; Perera-Romero, Polisat, Maffei 2015).
Mitos y leyendas del jaguar en la cultura amazónica
El jaguar ha sido un importante referente en la creación de todo un sistema de relaciones, prácticas y creencias que existen en los distintos grupos sociales, y principalmente en las comunidades nativas indígenas amazónicas, región en la que hay una mayor concentración de la especie.
Partiendo de los relatos ancestrales indígenas, incluso desde tiempos prehispánicos, hasta las propias narraciones de los cazadores hoy en día, el jaguar representa un notable interés en lo concerniente a los temas cosmológicos, mágico-religiosos, ritualistas; sociales y económicos y, sin duda alguna, en el desarrollo de la cultura de la región amazónica en si misma.
El jaguar viene a representar en la cultura indígena los instintos básicos de los seres humanos, en especial en aquellos que logran “transformarse” en el propio jaguar buscando imitar su audacia y fuerza, y adquirir la capacidad de exterminar o dominar a sus semejantes.
En la cosmogonía indígena amazónica, el jaguar ha sido temido y adorado en gran medida por parte de los grupos humanos desde tiempos ancestrales.
El chamán y el jaguar
El chamán, o brujo de las tribus, se transforma simbólicamente en un jaguar, para acceder a los poderes que le brinda el entorno natural del felino.
En este caso, el chamán se apropia de los atributos del jaguar para convertirse en un ser con enormes energías espirituales y mágicas, que pueden ser usadas en beneficio o en perjuicio de los demás, ya sea para ayudar o para hacer daño, según sea el caso.
El chamán se enfrenta, en medio del trance, al jaguar. Si lo derrota, puede conducir la energía del universo hacia el bien, pero si es derrotado por el jaguar, encarna el espíritu del mal.
De esa manera se ha creado desde tiempos remotos una relación tan íntima entre el jaguar y el chaman, que se pensaba en las culturas ancestrales que el uno era el otro.
El jaguar ha sido desde siempre, para las culturas del norte, centro y sur de América, un símbolo de fuerza y poder.
El jaguar en las culturas prehispánicas.
Históricamente se han encontrado evidencias de inmensas piedras talladas con iconos de hombres jaguar. De lo que se infiere el grado de importancia que, sobre todo en la cultura mexicana olmeca, poseía el jaguar en el contexto de los escenarios bélicos de los grupos indígenas.
Olmecas
Para los olmecas, habitantes de las selvas del golfo de México en el 1.400 a.C., el jaguar era su referente mitológico más importante.
Mayas
Para los mayas, en la península de Yucatán, del sur de México y Guatemala, el jaguar constituía un dios del inframundo, y aparece en Chilam Balam, libros escritos anónimamente en los siglos XVI y XVII, en los que Balam era “el que es boca”, es decir el que profetiza, el chilam, asociado a presencias como la del jaguar, e incluso su denominación en náhuatl.
Aztecas
Además, para los aztecas el jaguar era el dios Tezcatlipoca, el señor de las sombras, por su habilidad para penetrar en las tinieblas. Entre ellos había feroces guerreros, los guerreros ocelotl, que portaban en los enfrentamiento una piel de jaguar sobre su espalda.
Un palacio a los jaguares existe en Tlatelolco, así como existen monumentos arquitectónicos dedicados al jaguar entre los mayas, como ocurre en la ciudad maya de Chichen Itzá.
El jaguar en las culturas indígenas sur americanas
El jaguar era importante no solo en la mitología mexicana, sino también en la sudamericana. En la cultura indígena ecuatoriana el jaguar actuaba como mediador entre los hombres y los dioses.
Los waorani, por ejemplo, creen que los viejos guerreros, al morir, se transforman en jaguares, y que los chamanes tienen la facultad de moverse entre dos estados: el humano y el del jaguar (Espinosa et al 2016).
El otorongo, entre los indígenas de la Amazonía peruana, es una presencia esencial en el relato amazónico y en la cosmogonía indígena. En las cultura indígena peruana, como en la cultura chavín, el jaguar está representado en diferentes soportes, en especial en cerámica.
Los seres humanos y los animales comparten para estas culturas el mismo significado espiritual, Reichel-Dolmatoff (1975) señala que:
“el jaguar se haya a menudo asociado con cierto numero de fenómenos naturales como el trueno, el sol, la luna, las cavernas, las montañas, el fuego y también ciertos animales”, como el jaguar o la serpiente.
Reichel-Dolmatoff (1975)
De allí el importante papel que juega el jaguar dentro de la cosmogonía indígena.
El jaguar es considerado en el interior de esa cosmogonía como una deidad, un dios, y no solo como un animal fuerte y audaz.
En las diversas creencias animistas indígenas el jaguar es un ser inmortal, no muere porque su espíritu indómito queda para siempre en el cosmos y, en ocasiones, toma su forma espiritual en el mundo de los humanos.
El jaguar como emblema principal del turismo ecológico
El papel regulador que cumple el jaguar en la ecología de los sistemas ambientales, el temor que infunde a las poblaciones humanas, la mitología indígena y el misterio que envuelve su presencia, su escasez relativa y la significación simbólica que se le atribuye, han convertido al jaguar en objeto de culto para el observador urbano.
Se ha creado, así, una rentable corriente de flujo turístico en algunas regiones amazónicas, tal como sucede en algunas zonas del África tropical, para la observación de jaguares en libertad.
Desde hace varias décadas, concretamente desde la década de 1990, se ha desarrollado el turismo de observación de jaguares en algunas haciendas ganaderas de la región de El Pantanal, en Brasil (Hoogsteijn, Hoogsteijn, Tortato, Rampin, Vilas 2015). Las áreas naturales protegidas de El Pantanal están ubicadas en los estados de Mato Grosso y Mato Grosso de Sul.
El avistamiento de jaguares salvajes como actividad turística: un negocio millonario.
En El Pantanal funcionan cuatro haciendas, asociadas al sistema barco-río, en las que coexiste la ganadería extensiva con el turismo de observación del jaguar, principalmente, que constituye su especie bandera.
De las cuatro haciendas, dos son explotaciones turísticas activas y dos son centro de protección del jaguar. Los promotores turísticos que garantizan la observación de jaguares cobran tarifas diarias de US $ 350, y los que no dan seguridad de la observación cobran US$ 150.
Los resultados de la actividad han resultado un excelente negocio para las haciendas ganaderas.
Se calcula que las pérdidas que los felinos ocasionan por depredación al ganado no llegan al 4,11 % de las ganancias brutas generadas por el turismo en tres explotaciones ganaderas y al 3,7 % en la más conocida, la Fazenda San Francisco, en la que los ingresos generados por ese tipo de turismo exceden por mucho las pérdidas ocasionadas por la depredación.
Son haciendas donde abundan las especies presas de felinos. Allí operan también alojamientos para turistas: casas de hacienda, hoteles y posadas.
La mayor afluencia de turistas en esas haciendas ocurre en la temporada seca (de julio a noviembre). Para darnos cuenta del movimiento turístico ya en el 2012 se registró un flujo de 10 turistas cada hora.
El gasto diario de cada turista ronda los US $300. Si se calcula una duración promedio de tres días por cada visita, el gasto por cada turista sería US $ 900.
Uno solo de los cuatro destinos turísticos reportó la llegada anual de 1.100 turistas a su hostal, lo que generó un ingreso bruto anual de US $ 1 millón (Hoogsteijn et al 2015: 267-269).
Dibujo de jaguar
Jaguar para colorear
Referencias.
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El Dr. Rafael Cartay es un economista, historiador y escritor venezolano mejor conocido por su extenso trabajo en gastronomía, y ha recibido el Premio Nacional de Nutrición, el Premio Gourmand World Cookbook, Mejor Diccionario de Cocina y El Gran Tenedor de Oro. Inició sus investigaciones sobre la Amazonía en 2014 y vivió en Iquitos durante 2015, donde escribió La Tabla Amazónica Peruana (2016), el Diccionario de Alimentos y Cocina de la Cuenca Amazónica (2020), y el portal en línea delAmazonas.com, de del cual es cofundador y escritor principal. Los libros de Rafael Cartay se pueden encontrar en Amazon.com
Licenciado en Historia (Universidad de Los Andes), Editor Histórico e Investigador del Archivo Histórico de la Universidad de los Andes (AHULA), Especialista en Docencia Universitaria y Metodología de la Investigación (ULA), Master en Historia ULA, Doctorando en Ciencias Humanas ULA, Investigador acreditado PEII ONCTI y PEI ULA, líneas de investigación, en Ciencias Sociales, y Humanidades, Historia Económica, e Historia de la Gastronomía.
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